miércoles, 27 de julio de 2022

Pichuco

 

                                             

Julian Centeya y Anibal Troilo

Está boqueando lunas acusadas tu fueye
en el deschave de la cosa, abierto, 
y me instalás en un hondo misterio
con el último faso y un nombre de perfil
que llueve
todavía
la inútil ternura sobre la rosa ladrillo del tiempo.
El suncho de tu tango gris
se clava en la carne de la noche y estrola.
En él con puerta, la baraja de la lágrima sola
busca un bolsillo que sea como un país.
Vengo a escucharte pero antes
archivé las espaldas. Quiero estar de frente
como un domingo claro
subdividido a patios
tajeado a medianeras 
sembrao a yecas
potentes
de nuestro Buenosaires tango.
Muerde una verdad tu fueye,
como la de no tener zapatos,
como el haber vuelto inútilmente
a la calle cortada de una frente
que un dia se nos subió a las manos.
Un día en que las cosas suceden de repente.
Tu fueye enchabona
y reintegra paisajes de barro 
y devuelve cosas.
Siempre me devolvés cosas.
Las que no te dí y son tuyas
las que no te sirven y valen por eso, 
la palabra amistosa,
la penumbra del cine Medrano,
el recuerdo
de un patio de la calle Cabrera,
el humo de afiche de nuestro cigarro
y el ir a menos, sobraos, parejos,
en este vivir que la madre ha prestado.
Te escucho y es mío el pan caliente,
la astilla que duele,
el rencor oblicuo,
aquel enero viudo,
el vidrio del ojo de la vaca,
los cuernos potentes del señalero,
la multitud - nadie,
el ultimo regreso, el cero de mi cuaderno,
la culpa del otro,
la vidriera de enfrente,
el piojo de Cesar Vallejo,
el amor confesao de Homero
al farol balanceao de la barrera
tajeando la calle en Pompeya
su barrio orillero.
En tu fueye está el ladrido esdrújulo de mi perro Chango
cuya ternura me lengueteó su sed de ñorica
y Malambo
que se murió en mis brazos.
Yo le hablaba a mis perros de vos, Gordo,
y un fabuloso entendimiento
nos juntaba.
Y yo crecí hasta perro.
Tu fueye.
Nada se parece tanto a vos como tu fueye.
Tu fueye.
Algo más: tu palabra,
tu cuore malandra,
tu sangre, tus ganas de nada,
tus curdas
y la cheno blanca
y la copa volteada.
Pichuco
en tu jaula canta llorando el pájaro de la tarde
ciego
y yo desde el hueso
bato
que sos El Bandoneón Mayor de Buenosaires.

Julián Centeya

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