viernes, 22 de octubre de 2021

El espejo de tus ojos

    Es sabido que el vals, como expresión musical, nació en los salones de Viena, la capital austríaca, allá por el año 1770, según reza la historia. Supo clavar su estaca triunfal entre otras danzas y muchos lo señalaron como la victoria de la burguesía sobre la aristocracia, aunque en principio se la tildara de indecente por el el abrazo abierto de las parejas y sus constantes giros.

   Fue adquiriendo popularidad y trasladándose a otros países donde  adoptaría otras formas y distintas denominaciones, según los lugares y también las formas locales. Y fueron naciendo el vals Boston, el vals canción, el vals ruso, el vals peruano, el vals criollo, el vals ranchero mexicano, el vals cordobés y otras distinciones, dentro del género popular.

                                  


   Entre los años 1914 y 1915 aparecieron en el pentagrama tanguero, valses como Lágrimas y sonrisas, de Pascual de Gullo, que lo definió como vals sentimental. Pabellón de las rosas, de José Felipetti, presentado en la partitura como Valse para piano. Y El aeroplano, de Pedro Datta, definido por éste como Vals de moda. Instalado definitivamente en las orquestas de tango, fueron alcanzando otras definiciones como Vals porteño. Incluso Gerardo Metallo definió a su página Tus ojos me embelesan como Vals Boston.

   Ángel D'Agostino con su cantor Ángel Vargas, llevaron al disco éste que aparece en el título. Y que resulta una recopilación de motivos populares que siempre subyacieron en los estratos del tango, dando lugar a posteriores reencarnaciones, con diferentes motivos. El propio Vargas junto al violinista y arreglador Mario Perini, que integraba la orquesta de D'Agostino, fueron los que lo resucitaron.

   Y digo esta palabra porque ellos mismos reconocieron esos orígenes difusos de este valsecito, introduciéndole sus propios arreglos y agregándole los versos que cantaría Ángel Vargas. Al respecto, siempre recuerdo la Marcha del club Atlético Independiente que ponían antes de los partidos y que era muy similar a este valsecito, incluso en el ritmo valseado de la misma. Arrancaba con esta estrofa: "Somos lo de Independiente / de pierna fuerte y templada / guapos para una jornada / dignos de un team muy valiente...".

                                  


  En el ritmo y la efusión sentimental que nos aporta siempre el valsecito, sumado a esa voz barrial, cercana y templada de Angelito Vargas, surge la sentimentalidad del tango, el estado de ensoñación de la pareja y con elaborada sencillez el personaje realiza un contrato con el romanticismo buscando dispersar las telarañas de la vida cotidiana, recurriendo a su amorosa invitación.

Ven, reclina tu cabeza, sobre este pecho que es tuyo
quiero dormirte al arrullo, de mi amoroso latir,
Ven, que yo quiero mostrarte, lo que te quiero, bien mío
Deja ese ceño sombrío que tanto me hace sufrir.
 
Deja las luchas del mundo, ven, reconcentra tu vida
Por una senda florida, debemos andar los dos,
Si cansada de sufrir, busca tu pecho hidalguía
Yo te ofrezco el alma mía, donde tan sólo está Dios.

    Los versos que acompañan a la invitante música no destacan por su construcción literaria  ni por el embrujo poético. Pero hay una conexión especial que nos llega , entre el alma, el corazón y la voz. Son notas y palabras que siguen emergiendo en la noche milonguera y nos dejan un poso especial al escucharlas y bailarlas. Orquesta y cantor saben crear la música y la atmósfera con esa aparente sencillez, y bailamos el valsecito adentrándonos en sus entrañas.

Ven, no importa que se mofe, este mundo indiferente
El sarcasmo ruin, hiriente, que brinda la sociedad,
Yo te amo, yo te idolatro, como un lucero divino
Que alumbrará el cruel camino, de mi oscura adversidad.
 
Yo quiero ser todo tuyo, ocupar toda tu vida
Ser la prenda más querida que tengas en tu existir,
Quiero sonreír si sonríes, quiero llorar si lloraras
Implorar si tú imploraras, si tú murieras... ¡Morir!

   Lo grabaron el 9 de marzo de 1944. Y la interpretación de orquesta y cantor sigue surfeando en las olas de la milonga.

                         


        

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