Me niego rotundamente a encarnar el personaje de LA MADRE.
Al
menos no quiero ser esa madre tanguera sacrificada, que lavaba en el
piletón, o que era una santa viejita. Sin embargo, algo de eso queda en
mi alma, aunque soy una mujer actual, aunque haya lave rap, internet,
celulares y tarjetas. Muy en el fondo sigo teniendo la idea de que
debería estar siempre dispuesta para mis hijos, aunque ellos sean
grandes, independientes y hagan su propia vida.
Sucede que el
domingo es el día clave, el día familiar por excelencia, el día en que
la madre de toda nuestra historia cocinaba los ravioles y a su vera se
juntaba la familia.
Y hoy, además de domingo, es "Día de La
Madre". Soy sensible al prejuicio social. Tengo miedo de las críticas.
Fulana dejó a los hijos solos en el día de la madre y se fue a la
milonga . Suena horrible ¿no? Y sin embargo ¡quiero ir a bailar!
Amo
a mi familia con toda mi alma, pero no "puedo" perderme la milonga,
porque allí me divierto, me siento viva y cargo "pilas" y entusiasmo
para pasar feliz toda mi semana. Mientras en casa los chicos me dicen
"Hola vieja", en la milonga los hombres me llaman reina, diosa o bombón.
Eso además de abrazarme y bailar conmigo. Es que una cosa es ser madre y
otra mujer, aunque todo venga en el mismo envase.
Como es el día
de la madre, este domingo invito a mis hijos a almorzar (aunque pienso
que bien podrían invitarme ellos ya que es mi día). Preparo una comida
exquisita, decoro la mesa y me desvivo para que todo esté bien. Les pido
por favor que sean puntuales y lleguen a las 13 hs. a más tardar,
porque a la nochecita "tengo" que salir.
Mi hijo y la novia
llaman a las 14:15 por teléfono para avisar que se están retrasando un
poco. Mi hijo menor, que aún vive conmigo, todavía no se ha levantado.
Intento despertarlo, porque ya son 14:30, pero me mira como si yo
hubiera cometido un crimen.
Vuelvo al comedor. A las 14:45 llama
mi hija y dice que los disculpe porque se quedaron dormidos pero que
"están saliendo" para acá. Picoteo un poquito de la comida, como pan,
espero. Todo está listo. Son las 15. Pongo un tango para escuchar. Me
arreglo el pelo para adelantar tiempo y voy preparando la ropa que me
quiero poner a la noche.
A las 15:30 decido servirme la comida y
empezar sola. No me importa en absoluto, lo único que quiero es no
perderme el baile de la noche que empieza a las 20 hs.
Cuando
estoy por comer el primer bocado, llegan todos juntos, felices,
ruidosos, cariñosos, divinos. Vienen con flores y regalos, pero tardan
un rato antes de acomodarse para el almuerzo. Dicen que no tienen apuro,
porque recién desayunaron.
Sirvo la comida a las cuatro de la
tarde. A pesar de la espera está muy rica. Nos reímos, estamos
contentos, conversamos, la pasamos muy bien. A las 18 quiero servir el
postre pero mi hijo mayor dice: "¡Pará mamá! ¿Qué apuro tenés? Siempre
esa costumbre de sacar los platos en cuanto uno termina. Quedate a
conversar".
Me quedo. Pienso en mi amiga que me va a pasar a
buscar 19:45. No voy a tener tiempo para arreglarme. No importa, me
pinto en el auto de ella. ¿Por qué Dios mío, el día de La Madre tiene
que ser en domingo?
Se instalan en el living como si se fueran a
quedar a vivir. Todos están relajados y contentos, ponen música y
disfrutan de la charla porque hay tiempo y es domingo.
Al final me armo de coraje y lo digo: "Chicos, yo me quiero ir un rato a bailar..."
"¡¿Otra
vez tango?!" dice mi hija "¿y no podés ir otro día?" (Recuerdo vívidamente
que el año anterior renuncié a la milonga y ellos se fueron a los 20
minutos, pero no lo digo). En cambio balbuceo: "Sí… es decir no… sólo
puedo hoy."
-¿Y no podés ir más tarde?"
-Es que me pasan a buscar en auto , digo, ya con tono de pedirles permiso.
Pero
mamá, es un día familiar ¡dejate de joder y por hoy no vayas! ¿Pero por
qué corno estos pibes no entienden? Les sirvo otro café y voy
disimuladamente al baño a pintarme las uñas. Me siento una desalmada,
una mala madre, una loca que lo único que quiere es irse a bailar. ¡¡Y
es verdad!! Ahora es lo único que quiero.
Son justo 19:45 y veo
que mi nuera se ha puesto a lavar los platos. Me abalanzo y le digo que
no se preocupe, que deje todo como está, que mañana yo ordeno. Insiste y
al final la dejo, que se embrome.
Cuando suena el timbre, vuelvo
a armarme de valor y anuncio: Chicos, me voy, cierren bien todo cuando
se vayan . Todos se quedan sentados y me dicen "Chau, que te diviertas",
pero yo escucho un ligero tono de reproche. Alcanzo a oír a mi hija que
dice "¡Lindo día de La Madre...!" .
Pero no me importa nada. Por fin voy a la milonga.
Graciela H. López (De su libro: "Secretos de una milonguera")
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