domingo, 28 de marzo de 2021

Los anunciantes del tango

    Hace unos días hablaba de lo que significó la radio para la difusión, popularidad y el día a día del tango en aquellos años de los cuarenta, cincuenta y más adelante incluso. Para ello también fue muy necesario el respaldo de los anunciantes. Por ello, hoy, y en forma de sanata, los recuerdo en este espacio. 

                                           

   En el barrio había muchas familias inmigrantes. Estaban los tanoira, los gallegos, de Rusia, de Malta y de tantos países. Había conventillos a paladas y esas casas chorizo donde vivía tanta gente. La memoria me lleva a aquellos sábados en que se armaban algunas milonguitas en esas casas lungas con higuera al fondo y parra adelante. Con la barra nos animábamos. Venía algún fueye y un par de guitarras, clericó para todos y lucecitas de colores, algo realmente geniol

    Las pibas se ponían de prima, el piso baldeado, bien relusol, y recuerdo aquella noche cuando entraron a tallar los músicos. Yo le eché un ojo a Sadima, una turquita que estaba de diez y la saqué a bailar. Su hermano Cirio, carnisa y boxeador me campaneaba.... Fuyí con saccol y corbata, nada de atorrantería, a la modart.. Otros de sportlandia, pero toddy bieckert, ningún gillete en ese sentido. 

                                               

 

   Nos bailamos un valsecito: Desde el atma, y el ambiente estaba tan grosso que hasta el el tomba de la esquina se arrimó pa'echar un ojo. Cuando tocaron La cumparsita, se armó la mondiale. El flaco Martini sacó a bailar a la hija de los Brancato, que siempre animaban cualquier fiesta. El cofla, flor de águila, le pidió permiso al padre -era toscano y su mujer de Torino-, y éste le respondió con su: ¡Sempre avanti! 

    El loco Vega tenía siempre la  iniciativa para estas cosas. Le arrimó la jeta a los músicos y les pidió que tocaran una milonga. Hablaron entre ellos y arrancaron con Sacachispas.  Los Starosta eran 8 hermanos, y Carlitos el más piola y pintón, además de elegante bailarín, un camba, sacó a la mariposa, como le llamábamos  a Anita. Eran la pareja ideal. El Toro Juan enganchó a Olavina, como le batíamos a Olivia y la abrazaba como un pulpo. Y ella nada de safac, se prendía como una pantera

                                



   A Sabino le llamábamos Manón, porque jugaba de arquero y con sus manazas nos salvó de tantos goles. Además, cuando se armaba alguna branca en los partidos, metía mano que daba calambre. Esa noche cazó del brasso a la Victoria y se mandaron un rock, porque los músicos descansaban y entró a tallar la victrola. La perramus de ella, que se llamaba Bidú,  se puso a ladrar como loca... 

    Había un tipo raro, usaba boina blanca, no saludaba a nadie. Andaba con un bastón. Un rumor batía que había estado en la Legión extranjera. Parecía ruso o polaco pero alguien dijo que era de Laponia, otros de Siam.... Tipo flaco, canoso, vivía en una piecita en el fondo. Esa noche lo vimos servirse varias veces el clericó con un cucharón. Estaba trajeado y cortésmente invitó a bailar a la encargada de la Casa, América. Ésta, sorprendida, cuando vio que la cosa era real, salió, medio asustada. ¡Colgate!,le dijo él a la sorprendida mujer y ésta con Nobleza gaucha se prendió. 

   ¡Para qué! Arrancaron, el tipo iba fuera de la música y le ordenaba: "Aquí...fuerza... avanta..."-.. Algo que se me grafa en la memoria y lo canale en seguida. Quería llevar un ritmo como si estuviera en la hoja de ruta militar. Él iba en una Vespa y ella de bonafide quería seguirlo pero no le iban los pasos imperiales, como si fuera el perro del trineo,  y se plantó. Al principio yo me rinso del fato pero sabía que el tipo no era ningún saint y sin embargo cazó el bastón, fue hacia la olla de clericó , se llenó otro vaso, dijo: Salus, y se lo empinó de un trago. Acto seguido se piró al cuarto. Estaba medio kolynos...

                          

 

   El lungo Cucharita invitó a la Chissotti, la tanita, hija de la casera de al lado,  que era un volcán y se prendieron en un bolero... Mucho mu mu... iniciando un flit que al poco tiempo terminaría en casorio. La cosa se puso increíble, cuando de repente el tano Brancato sacó a bailar un pasodoble a su mujer y ella que estaba charlando con otra vecina le dijo que eno con la cabeza. Entonces él, en alpargatas, se prendió con la Martona, una gorda,  chuenga, de 90 quilmes, y en chancletas. No sabés lo que fue.... No daban pie con bola, cada uno por su lado... Los dejaron solos y el Tigre Arizu, que era un loco lindo, apagó la lux, se armó un quilombo bárbaro y  bajó el telón.. Fue como un valda de agua...

   La verdad es que aquellos encuentros sabatinos que se hacían cada tanto me dejaron un rastrojero que fermentaría en las milongas. Los muchachos más grandes nos enseñaron, nos dieron el empujón y con la barra vivimos noches mágicas, bailando al ritmo de las grandes orquestas. Cada uno con sus yeites particulares, y la hesperidina que vas sumando en cada  noche. La llave que te abre puertas: Elegancia y compás. Usar el marolio para no enamorarte a la primera de cambio y mejoral siempre. 

                                     


     Cuando estaba un poco alikal, también me encantaba juntarme con algunos de los muchachos en el milkibar del barrio y de allí irnos a alguna cantina a morfar. El vasco Arizu, que nos llevaba unos años hacía de jefe, aunque por cosas particulares no se llevaba bien con Sabino. A mí me daba un poco de rabbione, que dos buenos tipos no anduvieran bonafide el uno con el otro. Si éramos de la barra... Aunque cada uno es liberti para hacer lo que la parece.

   Pero cuando me pica el Bagley me olvido de todo y pienso en el cocinero de turno. Aunque ande escasany de tela y algo moscato por una situación, me gusta darle gatichávez el diente, acompañado de un clarete o semillón. No soy ningún águila para sondear el menú pero lo que llega a la mesa, meta palo y a la bols. Te soy singer, me gusta el morfi y las bandejas echando humo pareciera que me las manda Papá Noel. Soy como un colibrí, picoteo al vuelo .

                                                  


    Una noche de aquellas, éramos como 38. Al menos eso dijo el Coco Ibarra. Porque teníamos dos equipos de fútbool, más delegados y amigos y sí, debía ser. Ocupábamos tres lungas mesas. No ganaríamos el Oscaria pero la pasábamos bomba.. Y claro, siempre estaba Tito  que le gustaba mandarse alguna canción y que lo siguiéramos. Y arrancó: "Alla en el rancho grande, allá donde vivía, había una rancherita que alegre me decía... que alegre me decíaaaaaaaaa". El Negro Lavandina, wing izquierdo, mendocino de Tunuyán, le daba bien a la pelota y a la armónica. Siempre llevaba una en el bolsillo de la campera. Cuando íbamos a jugar, en el camión la pelaba y nosotros cantábamos... Acá, Tito le dijo que la sacara y arrancaron juntos. En el batuque la gente se entusiasmaba, acompañaba con palmas y pedían el bilz.....

   Y caía la carne a la parrilla, papitas con brylcreem, la maizena, el harrods con langostinos, y tuti quanti, hasta que llegaba la hora del palmolive. Caía del del faber con la boleta y en el recibril había unos números que al principio te encogían, pero luego dividías  y los números del papel lungo con un sello verde abajo, salían baratelli. Juntábamos la tela, garpábamos y chau pineral

    

   ¡Qué noches y qué madrugadas! Al llegar a casa, ¿te imaginás? me arrancaba la la ropa, abría la colcha y ¡cuerpo a terrabusi! ¡Chán chan tulipán!

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