domingo, 15 de noviembre de 2020

Discos de Gardel

   Quizás será la cuarentena de ocho meses que llevamos en el lomo, la falta de abrazos con amigos, de charletas de café, de milonguear tupido para darle gusto al cuore y al cuerpo...Lo cierto es que estoy escuchando tangos, valsecitos, milongas y hoy me detengo en este tema que lleva versos de Horacio Sanguinetti y música de Eduardo del Piano. Porque lo acabo de escuchar en dos versiones distintas y realmente tiene cosas que a simple vista no parecen decir mucho, pero tiene fondo, algo que me llega, porque refleja cosas de tiempos pasados que vuelven a la memoria y nos lleva a un espacio de reflexión.

   Horacio Sanguinetti arrastra con sus páginas de tango tan celebradas, la propia historia de su desaparición en pleno éxito, cuando, en el velatorio de su hermana, discutió con su cuñado, militar y entre los reproches se produjo el amago de aquél de sacar su arma, Horacio sacó la suya y lo mató de un balazo. Pugliese, D'Arienzo y otros amigos lo ayudaron para que saliera en una lancha rumbo a Montevideo y se perdió para siempre...

                                       
   Se llamaba Horacio Basterra, en realidad, y en este tema mira al pasado con hondura nostálgica. Es una ronda de voces, emociones, veladuras de melancolía. La telaraña emocional que el poeta va tejiendo, ayudado por las huellas que dibujan determinados tangos con enjundia y pasión, se prestan para la evocación personal. Las pinceladas acuarelísticas que brotan de esos versos le infunden el mensaje  que luego volcará en su nueva página. Asoman los fantasmas del pasado y los va retratando en el papel.

No siento tanto que mi vida es triste y sola
cuando escucho en la vitrola
viejos discos de Gardel.
Los tangos del ayer
reviven sin querer
amores marchitados por el tiempo
y casi olvido que mis sienes estás grises
escuchando Cicatrices,
Nunca más o Un tropezón.
Y trae la emoción amarga del dolor
el tango No te engañes corazón.

   La triaca de la memoria, la tonalidad del tiempo vivido, los indicios sensoriales y el desasosiego que le reporta su ruptura amorosa, agrandan la cicatriz de la herida escuchándolo a Gardel, porque retrata como nadie los versos que entona. El gran cantor penetra en su caparazón y la sentimentalidad del tango se hace sentir en su interior. Como un juego de espejos, el magnetismo de los versos, la voz carismática, producen proyecciones inconscientes que se convierten en la vieja obsesión.

Dice la voz sentimental:
Mi Buenos Aires querido...
Y regresan los recuerdos
de mis vueltas por la vida
y de aquella vieja herida
de un amor.
En cada tango su huella...
En cada tango mi estrella...
Y por eso mi alma llora
cuando escucho en la vitrola
discos de Carlos Gardel.

   En su letanía, el poeta también también tiene reminiscencias. La geografía del arrabal que pintan tantos tangos, el sustrato anecdótico, los impactos emocionales que acusa la memoria. Gardel es el custodio de la inflexión y la entonación de la voz. Cobija en su alma el clímax de versos y música. Las conexiones con la rutina y la ronda de historias que brotan a compás con el que lo escucha, se traduce en nostalgias brumosas: el barrio, la atmósfera de otra época, caras despintadas... El trastero de los recuerdos.


¡Los discos viejos me recuerdan tantas cosas!
calles viejas y barrosas
que ha olvidado el corazón...
La pálida canción
con cálida emoción
me lleva por la sombra de otro tiempo.
Es un puñado de recuerdos desteñidos
que del fondo del olvido
vuelven hoy a revivir.
Nostalgias de un querer,
el barrio del ayer
y rostros que ya nunca han de volver.

Hay buenas versiones de este tango. La de Enrique Campos con Ricardo Tanturi, grabado el 3 de mayo de 1945, la de Alberto Gómez acompañado por sus guitarristas, del 3 de marzo de 1948. Y Campos volvió a grabarlo acompañado por un quinteto. Podemos escuchar la versión de Tanturi-Campos.

                                    


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