lunes, 18 de mayo de 2020

La misma pena

Este tango que compusieron en 1951 Homero Expósito y Astor Piazzolla es un eslabón más en la piccola obra que tejieron entre ambos. También crearían las milongas La vida pequeña y Silencioso y el tango Pigmalion. Temas que no han tenido gran repercusión pero que dejan entrever la calidad de uno y otro, en los versos y la música, respectivamente. Hoy me detengo en el tema del título, cuya poesía remite al romance juvenil, apasionado, que vivió Homero en Zárate, y del que salió con el corazón astillado y una gran pena en el alma.

La maraña íntima, los contratiempos de la existencia están volcados en esta página con la acostumbrada excelencia de estilo. El amor y sus sombras. El fracaso sin moralina. La esencia de recuerdos empapados de melancolía no impiden que la tardía serenidad destiña la zona fronteriza y brumosa donde se superponen el pasado al presente y el espacio al tiempo. Vienen a ser como cólicos de la imaginación.

Ya fue una vez y es otra vez
la misma pena, la misma sed,
pero que raro mimetismo el del amor
que otra vez más, cambia color.

Una vez más y otra vez más
la misma pena y tú no estás,
era un país de almendro en flor
el beso y la cancel, muriéndose de amor.

La obra de Expósito, insumisa a las taxonomías, muestra una vez más el espesor de su locus oremus pasional, trasladado a versos tangueros, gracias a la emoción sustentadora del recuerdo, de la intimidad al desnudo. El eclipse, tensamente emocional, de aquel romance, lo lleva una y otra vez a la esquina del olvido en una larga travesía. El desgarro, en esa zona de sombras, el sonido familiar, lo muestran castigándose en el recuerdo, y la atormentada memoria  está flirteando con la fantasía.

Era, tu tiemblo de gacela, un sol.
Era, tu boca de canela y ron.
Eras tú, que era decir amor,
juventud del corazón.
Era luz, era flor, eras tú,
era amor y hoy es dolor.

La intensidad con que el poeta rememora el síndrome emocional, reviviendo antiguos fantasmas que no quieren abandonarlo, nos atrapa en su agonía. El tiempo dilatado de las caricias, el tiempo del éxtasis amoroso, en aquel fulgor de la existencia, late ahora oprimido por el cataclismo sentimental. La espita de la melancolía se abre con toda la fuerza del recuerdo, y su hondura refleja la emoción a flor de piel.

Siempre llorar, siempre llorar,
la misma pena, el mismo mal.
Cuando el silencio es impostado, es más atroz,
mi soledad no cree en Dios.

Una vez más y otra vez más
la misma pena y tú no estás,
sí está el país de almendro en flor
y el beso en la cancel muriéndose de amor.

La excelente cantante María De la Fuente lo grabó el mismo año de la creación del tema. La acompaña la orquesta del autor de la música: Astor Piazzolla.

                                       


3 comentarios:

  1. Hola!!! Hacia mucho que no andaba por aquí.
    Estoy realizando una pequeña investigación sobre María La Vasca y me encuentro con datos confusos, uno de ellos es la fecha en la cual abrió su salón de baile.
    Tiene usted algún dato al respecto?
    Le agradecere mucho lo que me pueda comentar
    Un GRAN ABRAZO
    Antonio Dovichi

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    1. Hola Antonio! En estos momento no tengo material a mano, pero sé que era en los finales del siglo diecinueve. Abrazote!

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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