viernes, 27 de marzo de 2020

Tu pálida voz

Esos dos genios que tuvo el tango en sus filas y que fueron Homero Manzi como poeta magistral, y Charlo, gran cantor y excelente compositor, se unieron en algunas composiciones que siguen guardando ese aura tan especial que distingue a algunas piezas. Los tangos Llámame, Fueye, Horizontes, la milonga-candombe Oro y plata o este valsecito que crearon en 1942.

En el mismo, Manzi recrea una vez más su aventura sentimental, esa voz que lo atrapaba, los vaivenes que no le permitieron vivir a pleno el romance que tanto acomodo tuvo en su nostalgia romántica, con un lenguaje que florea el pentagrama. Y Charlo siempre supo ponerle el acompañamiento  musical a tanto poema que cayó en sus manos, fuera de Cadícamo, de Amadori, de González Castillo, del Catunga Contursi, de Battistella o de Manzi.

                           

Vale la pena revivir el momento que retrata el poeta con un detallismo topográfico que impresiona, como si lo estuviéramos viendo. el sonido familiar, el énfasis que aflora en la neblina del recuerdo, y en los contratiempos de la existencia las imágenes evanescentes permiten primar la tensión y el patetismo de esa despedida. El paisaje mediático.

Te oí decir... adiós....adiós...
Cerré los ojos y oculté el dolor,
sentí tus pasos cruzando la tarde
y no te atajaron mis manos cobardes.
Mi corazón lloró de amor
y en el silencio resonó tu voz,
tu voz querida, lejana y perdida
tu voz que era mía, tu pálida voz.

La descripción no puede ser más dura. En una encrucijada de remembranzas, aquel momento se dibuja en su memoria con fuerza inusitada. En el murmullo de la música, la voz de la ausente se hace presente, flota en el aire con el adiós interminable. La energía que brota de esa historia permite reverberar ecos, la fragancia de aquellos días, primando, empero, la tensión y el patetismo.



En las noches desoladas que sacude el viento           
brillan las estrellas frías del remordimiento,
y me engaño que habrá de volver otra vez
desandando el olvido y el tiempo.
Siento que tus pasos vuelven por la senda amiga,
oigo que me nombras llena de mortal fatiga,
para qué, si ya sé que es inútil mi afán
nunca...nunca... vendrás...

Te vi partir... dijiste adiós...
temblé de angustia y oculté el dolor,
después pensando que no volverías
traté de alcanzarte y ya no eras mía.
Mi corazón... sangró de amor
y en el recuerdo resonó tu voz,
tu voz querida, lejana y perdida
tu voz aterida... tu pálida voz...

Esta hermosura de valsecito, melancólico, que muestra al protagonista atrapado en las brumas del pasado, viviendo el desasosiego de los días, pintan también la tonalidad del tiempo vivido y las notas que supo adosarle Charlo le dan la perfecta dimensión cognitiva-musical. Así lo revivimos una y otra vez.

Podemos escucharlo y revivirlo en la interpretación de Francisco Canaro con la voz de Carlos Roldán. Grabado el 10 de noviembre de 1943.

                           
                               

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