viernes, 27 de diciembre de 2019

El baile de los domingos

Hace tiempo hablé, brevemente de este tango que escribiera Francisco García Jiménez y musicalizara Oscar Arona. Y hoy vuelvo porque se trata de un tema que me envuelve en nostalgias y recuerdos juveniles, cuando salíamos a bailar con unas ilusiones tremendas y hasta nos pegábamos un doblete, los domingos por ejemplo, yendo por la tardecita a mover las tabas en el "Unione", que era el Unione e Benevolenza. ubicado en Cangallo al 1300 (hoy Presidente Perón) y de ahí, volvíamos al barrio, nos arreglábamos un poquito y la seguíamos en Huracán, el templo milonguero de Parque Patricios.

Había algunos de la barra que lo habían rebautizado como "El Museo" por la cantidad de milongueras veteranas que  acudían a esa milonga de la Unione, o al Augusteo que estaba a la vuelta, por Sarmiento. Tal cual lo relata en sus versos García Jiménez. Ëste había bautizado a su tango: "Bailongo de los domingos", y así fue grabado por la orquesta de Tanturi, cantando Alberto Castillo. La censura militar, tan boba y ridícula, obligó a cambiarle el nombre y tres meses más tarde lo grabaría Luicio Demare con la voz de Raúl Berón, como "El baile de los domingos".

                                 
Las dos versiones están muy logradas, pero la que a mí particularmente me toca y me retrocede en la neblina del tiempo, es la versión de Demare-Berón. Esa forma de tocar  que tenía Demare, con sensibilidad y musicalidad, sin necesidad de recurrir al virtuosismo, me sume en el hechizo de la evocación y junto a la interpretación de Berón son como un antídoto al inexorable olvido. Reverbera en las argucias de mi memoria y me vuelve a situar en aquellos domingos después del fútbol.

Novela del bailarín
que escrita está,
un trozo en cada salón
de mi ciudad...
De la Unione al Augusteo
con ella te veo
soñando a compás.
Silenciosos van los dos
y de amor habla la voz
de la orquesta en sus floreos...
Viejas quejas de pasión
renovando parejas
con este son.

Qué bien lo dice el poeta. que no era milonguero pero sabía incursionar en ese abanico de pasiones que envolvían a aquella Buenos Aires del cuarenta. Las pinceladas, el buen gusto, esos fogonazos de vida que emanaban de la juventud hedonista y también romántica. Fragmentos, conexiones emocionales, los rituales cotidianos que reviven en color sepia por la magia del tango. El domingo tenía expectativas para los muchachos y muchachas que podían escaparse de la rutina gris y el centro de la ciudad se ofrecía como una tentación por todas las posibilidades que ofrecía. Al alcance, además,  de cualquier bolsillo. Aclaro, que yo lo viví años más tarde del nacimiento de este tango.

El baile de los domingos                                                       
sencillo, criollo y tan lindo,
encadenado a sus tangos
hoy vivo cautivo
del ritmo dulzón.
emoción hay una sola
y es llorar de bandoneones
fraseando acordes de Arolas.
El baile de los domingos
remanso del corazón.

Efectivamente, era un disfrute lúdico, sentimental, pasional, maravilloso. Recuerdo que la milonga de Huracán, los domingos terminaba a las 12 de la noche, y aunque hubiera bailado mucho, el cuore me pedía más, y la seguía en el Bristol de la calle Rioja o me iba hasta Parral y Gaona, al Sportivo Buenos Aires que terminaba a las 1 de la madrugada. Era una exageración, pero también una necesidad del espíritu, por más tuviera que madrugar el lunes que ya estaba ahí. Vibración y memoria, porque Lucio Demare y Raúl Berón me llevan de viaje a una realidad palpitante, chamuscada por la melancolía.


Demare-Berón lo grabaron dos meses más tarde que Tanturi-Castillo. Ls llevaron al disco el 13 de julio de 1943 y me zambullo en las oleadas de la nostalgia, escuchándolo.

                                     

                                      

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