domingo, 27 de octubre de 2019

Oro muerto

Hoy quiero rescatar este tango porque recrea aquel paisaje de los conventillos, cuando se engalanaban sus muchachas y varones, para arracimarse en una milonga con fueyeros guitarreros y músicos del barrio y de otras zonas, con el fin de animar una velada a todo trapo. Se preparaban ollas de clericó con hielo, bebidas varias refrescantes, guirnaldas, luces de colores, y todo el barrio parecía vestirse de fiesta.

Julio Navarrine creó temas que se instalaron en la geografía tanguera y tuvieron mucho recorrido, como este tango que lleva música del cantor Juan Raggi, y otros también destacados: Lechuza (con su hermano Alfredo), La piba de los jazmines (Ricardo Malerba-Dante Smurra), ¿Por qué no has venido? (Pedro Maffia), Trago amargo (Rafael Iriarte), Desagradecida (Enrique Dizeo), Sos de Chiclana (Rafael Rossa-A.Navarrine), Qué quieren yo soy así (Roberto Rufino), A la luz del candil (Geroni Flores), Oiga amigo ( A. Navarrine).

                                   

Con su hermano Alfredo, nacidos ambos en la bonaerense ciudad de Lincoln, se dedicaron al canto en yunta y conformarían  el conjunto Los de la raza, que interpretaba temas del cancionero criollo. Tuvieron mucha aceptación, a tal punto que en 1923 viajaron a España donde fueron muy aplaudidos. Lo integraban 12 personas entre cantantes y músicos y formaban en el mismo Juan Bautista Deambroggio (Bachicha), Mario Melfi, Horacio Pettorossi y su hermana Emilia, el citado Juan Raggi, entre otros.

Este tango que hoy traigo a la página, lo grabó Carlos Gardel con sus guitarristas Ricardo y Barbieri en 1926, además de otros seis de Julio Navarrine. Fue presentado en un Concurso de  shimmys y tangos realizado en el Teatro montevideano 18 de julio, de dicho año, ganando el primer premio en su categoría. El título Oro muerto responde a un argentinismo que significa: oro de color pálido.

Conjunto: Los de la Raza de los hermanos Navarrine

En 1943, los encargados de la censura en el gobierno militar, se dedicaron a perseguir los versos de tango y en su ignorancia, pensaron que Oro muerto era una definición lunfarda, obligando a cambiarle el nombre, y así pasó a a llamarse Jirón porteño. Con este título lo consagra Alfredo de Angelis con su orquesta y la brillante interpretación de Julio Martel en el recordado programa radial El Glostora Tango Club. Corría el año 1946 cuando lo lleva al disco. O sea, veinte años después de aquel éxito en el concurso de Uruguay.

Los versos de Navarrine tienen un aire a El casamiento, de Evaristo Carriego. La viñeta arrabalera  pintada con sentimiento. El destello de la fiesta lejana en el tiempo. El paisaje de las casas humildes, los jóvenes perfiles, la colonia que exhalaban las muchachas iluminando con su aspecto las grises paredes y aquellas graves baldosas. Esas canciones filtrándose entre los ladrillos  y agitando el pulso de la calle oscura.

El conventillo luce su traje de etiqueta.
Las paicas van llegando, dispuestas a mostrar
que hay pilchas domingueras, que hay porte y hay silueta,
a los garabos reos deseosos de tanguear.
La orquesta mistonguera musita un tango fulo,
los reos se desgranan buscando en el montón,
la princesita rubia de ensortijado rulo
que espera a su Romeo como una bendición.

El dueño de la casa
atiende a las visitas,
los pibes del convento
gritan en derredor
jugando a la rayuela,
al salto, a las bolitas,
mientras un gringo curda
maldice al Redentor.

Gardel, por su parte, cambió la última parte de esta estrofa para no molestar los sentimientos de sus seguidores y la cantó: "Mientras un gringo alegre la va de payador". En la igualdad del paisaje, la noche milonguera del conventillo es como una fábula rosada para esos jóvenes que disfrutan y alegran el mapa de la noche, despertando, a la vez, la nostalgia de tantos inmigrantes que habitaron esos conventillos y se veían reflejados en la juventud de sus descendientes.

El fuelle melodioso termina un tango papa.
Una pebeta hermosa saca del corazón
un ramo de violetas, que pone en la solapa
del garabito guapo, dueño de su ilusión.
Termina la milonga. las minas retrecheras
salen con sus bacanes, henchidas de emoción,
llevando de esperanzas un cielo en sus ojeras
y un mundo de cariño dentro del corazón.

Lo podemos escuchar en la versión de Carlos Gardel.

                         


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