jueves, 5 de septiembre de 2019

Celedonio Flores: tango y box


El registro del encuentro del autor de “Mano a Mano” y Borocotó. Entre mates, tangos, anécdotas, humor y el recuerdo persistente de Gardel, Celedonio evoca su pasado pugilístico. Y de yapa, un video con el Mudo.
"Rechiflaoo en mi tristeza, te evoco y veo que has sido           
en mi pobre vida paria sólo una buena mujer.
Tu presencia de bacana puso calor en mi nido,
fuiste buena, consecuente, y yo sé que me has querido
como no quisiste a nadie, como no podrás querer."


Cesó el canto del Zorzal criollo grabado en el disco y en la quietud de la tarde el eco de la canción, se adormeció en un potrero lejano. Desde la ventana nos quedamos mirando el barrio le las casitas iguales. -Hace diecinueve años que escribí la letra de este tango—me  dice Celedonio Flores rompiendo el silencio impregnado de nostalgias— y cuando lo escucho, siempre me parece que se abrirá la puerta para dar paso a la amplia sonrisa de Carlitos Gardel, Junto con él se fue el tango bravío, el tango bien nuestro, el tango tango...
                                                                                                 
Celedonio con la partitura

-¿.En qué te inspiraste para escribir "Mano a mano'?
-Es una historia cierta. Un amigo de aquellos tiempos de bohemia era cantor. Se llamaba Carlos Nunziatta. Una noche, ya de recalada, lo encontré en un boliche. "Vamos a tomar mate que te quiero contar algo", me dijo. No me podía negar, pese a que yo sabía que ese muchacho estaba tuberculoso. Me dio no sé lo qué. Me faltó el coraje que antes había tenido en el ring. Y fui. En una piecita muy pobre y muy triste de la calle Junín me abrió su alma. Me contó de un amor que solamente vivía en él; y mientras me cebaba mate, yo escribía. Así salieron esos versos que aún se cantan..., que sobrevivieron a quien me contó su historia y al que le puso música. El relato estaba tan impregnado de un dolor suave, sin reproches, que en dos horas escribí la letra de "Mano a mano". Después, Gardel y Razzano le pusieron

 -¿Y la heroína...?
-No sé...; quizás ella no se haya enterado...

 -¿Cómo nació tu amistad con Gardel?
-Te voy a contar... A esa edad en que se hacen versos, ensayé los míos. Quise escribirlos delicados, sutiles, finos... pero había grandes contras en aquel camino. ¿Cómo te ibas a tirar contra Amado Nervo o Rubén Darío? El naipe no daba pa' tanto, hermano. Entonces, un día que estaba bien seco, en uno de esos días: en que uno sueña con la lotería sin tener el billete, me abrí de aquella parada elegante y escribí "Margot”. ¿Te acordás? Fue aquel tango que decía:

“...Y tu vieja, pobre vieja,
lava toda la semana
pa' poder parar la olla
con pobreza franciscana
en un triste conventillo
alumbrado a kerosén.
………………………………..
Ya no sos mi Margarita,

ahora te llaman Margot..."

 "En un diario de la tarde salía en ese tiempo una sección en la cual publicaban colaboraciones premiando con cinco pesos la mejor. Y me tiré el lance. Cinco mangos hermano… ¿Te imaginás todo de pan y queso?... Bien: se publicó y salió premiado. A Gardel le gustó y me anduvo buscando. Por intermedio de un amigo común nos conocimos. Carlitos me pidió permiso para ponerle música. ¿Comprendés? Me pidió permiso... Y allí soldamos una amistad que subsiste en mí... y también, en él aunque se fue lejos...



Así habla Celedonio de su gran amigo. Al año de cumplirse su muerte, en un homenaje radiotelefónico al que acudieron sus amigos más íntimos, entre ellos Leguisamo, el negro Flores lloró su amargura en estrofas como ésta:

"Se murió Carlitos, y allá en mi barriada
los puntos más bravos maldiciendo están...
Hay una tragedia en cada mirada,
hay una amenaza en cada ademán,
hay un nudo horrible en cada garganta
y un incontenible ganas de llorar..."


Las letras de Cele son arrancadas de su interior. Todas ellas tienen esa característica. Vienen chorreando sangre p'arriba...

 PUGILISMO

En el cielo del barrio de Segurola ya brillaban tímidas las primeras estrellas. Encendimos la luz de la salita y cambiamos de tono. El mate comenzó a caminar. -Tomá… si tiene mucha espuma se la sacás- y me extendió el amargo con esa expresión cachadora.

-Contame, Negro, de tus tiempos de pugilista.
-Iba yo a un colegio al que concurrían los hijos del ministro Joaquín V. González, y uno de ellos, Héctor, recibía lecciones de box de Willíe Gould. Entonces, en la Plaza Lavalle, hacíamos fintas a la salida de la escuela. Pero mi familia se mudó para Villa Crespo y abandoné mi "ring" de la plaza. Un día me dijeron si quería boxear en el Club Social América de mi nuevo barrio. Y fin. Allí me topé con Raúl Zampayo en diez rounds de dos minutos: nos dimos hasta hartarnos... y nos hicimos amigos. Pero unos amigos raros. Nos queríamos fuera del ring. Adentro, nos tirábamos al alma. El, más peleador que yo, lo aventajaba en arte, en escuela, como se decía. Intervine de inmediato en el Campeonato de Aficionados de 1922 que se disputó en el viejo local de Universitario y en el debut le gané a Salvador Catáneo por puntos.
  
-¿En qué peso boxeabas?
-En el pluma... ¿De qué te reís?... Ahora peso el doble... ¡Qué macana!... Todos los sábados le digo a la patrona: "El lunes empiezo a hacer gimnasia..." Y aquí me tenés: esperando un lunes...
 
-Razón tuvo aquel que dijo que uno se promete comenzar la diaria sesión de gimnasia cuando se mira al espejo y constata la gordura..., pero que termina apretándose los barritos de la cara...


-Todos los sábados le digo a la patrona que el lunes comienzo la clase de gimnasia para volver al pluma…” Pero a las dos o tres flexiones ya planta.
-Bueno; dejá la busarda… En ese torneo me ganó Carlos Reilly que después resultó campeón, aunque el jurado me felicitó por mi escuela, por lo bien que boxeaba, siendo la primera vez que se felicitaba a un vencido en forma especial. Después seguí interviniendo en certámenes sin llegar nunca al título que ansiaba. En tanto, con Zampayo hacíamos jiras. Íbamos a pelear a Caseros, San Martín, Morón, a todos los pueblos cercanos a la CapitaL Peleamos una docena de veces dándonos hasta matarnos, pero sin convencernos de quién era mejor. El negocio lo hacíamos bien honradamente. Nada de tongo. Entrábamos al cuadrado a fajarnos sin lástima durante diez rounds de dos minutos. Terminaba la cosa y nos repartíamos la plata. Treinta, veinte, cuarenta pesos para cada uno, según; pero el negocio estaba separado del deporte.

 -¿En esas giras, siempre con Zampayo?
-La mayoría de las veces..., pero en una que se me ocurrió pelear con otro... vas a ver lo que me pasó. Resulta que un amigo, José Tihista, también del ambiente pugilístico, organizó un festival en San Fernando y me dijo: "Vas a tener un bagallo... Vos le ganás fácil..." Y, creído, no me entrené. Al subir al ring... me quería bajar Me encontré con un grandote de cabeza de zanahoria que me llevaba como un metro de largo... ¡Qué iba a hacer!... Yo me dije: "Cele: de aquí pa' La Morgue". Y empezamos. No me habla entrenado por confiar en la palabra de Tihista, y el cabeza colorada me fajaba. Entonces, cada vez que yo me encontraba mal el referee rezongaba al otro: "No pegue con el guante abierto, Usted está pegando con el guante abierto... “, y se lo llevaba para un rincón retándolo. De reojo me miraba, y al verme ya bien, hacía seguir la pelea.
Y así, che, así... llegamos al final. Meta retos al otro que se miraba la mano dudando de que abría el guante y me veía medio dopado de las piñas.

 -¿Y el fallo?
-La dieron empatada... El referee y yo le empatarnos al cabeza de pimentón... ¡Ah!..., anotate esta otra: había prometido a mí madre y a la que hoy es mi esposa, que no boxearía más. De escondida me fui a hacer una pelea con el nombre de Kid Cele. Antes de finalizar el primer round acerté un derechazo y el otro cayó. Al llegar al corner le dije a mi director: "Debo tener algo en la mano porque me duele". Sonó la campana y fui de nuevo al centro. Unas fintas..., unas piñas livianas y acerté otro cross de derecha. ¡Qué suerte que lo dejé dormido! Al quitarme el guante tenía un hueso de la mano roto. Y esa noche me fui a hacer el novio con la mano entablillada. Menos mal que gané con esa piña. De lo contrario, hubiera ido a ver mi novia todo entablillado...
 
Cele boxeador y el amigo que hacía de técnico
-¿Fue la última?
-Sí...; pero después actué de jurado y también fui profesor del Club Social América en donde estaban los Meliante. Antes hice exhibiciones con Aldrovandi, Castañares y otros más. Fui profesor de la Casa Zabala que tenía una sección deportes y yo daba clases en una cancha cerca de Parque Centenario. Allí me pasó algo curioso con un discípulo, un vasco que pesaba corno setenta kilos. Le decía: "Así, el directo de izquierda...; así, el cross de derecha...; al tirar el cross de esa mano con la otra uno se cubre para que no lo sorprenda la derecha del otro..."; pero el vasco no quería aprender, quería pelear. Y lo que es peor, no podía admitir que yo le ganara siendo mucho más chico, Entonces, lo tenía que cascar. Le daba una buena paliza y se iba conforme. Al domingo siguiente, ya venía intrigado de nuevo y otra paliza. Le tenía que pegar a la fuerza. De prepotencia. Lo tuve como cuatro meses y no lo convencí. Por suerte dejé de ser profesor, porque en una de esas el vasco me salía convenciendo a mí...


-Y se acabó el pugilismo.
-Y se acabó... Pero esperá: cuando hacíamos en el Social América los festivales de aficionados, pasaban cosas macanudas, Nunca he visto aficionados tan bacanes como los que allí venían. Después del festival te decían: "¿No me da cinco pesos para el taxímetro que tengo que llevar la valija?" Les daba los cinco pesos... y se iban a pie para el barrio... A veces, paso por Villa Crespo como buscando recuerdos. Pero, che, no se puede ir... Por allí no se habla más en criollo...

Pusimos otros discos en la víctrola. La voz de Gardel llenó la estancia, se abrió paso por la ventana y se fue lejos, llevando el tango hasta las estrellas. El Negro Flores quedó allí, preparando sus letras, sus futuros libros. Y al pasar por el potrero emponchado de sombras, recordé una cuarteta suya:

 "Una cancha de "fulbo" en un potrero
con dos arcos que pones cuando es fiesta.
(Si no mete el local el gol primero,
hay zaranda debute a toda orquesta).


BOROCOTÓ 1938
(Revista EL GRÁFICO, donde escribí durante unos años de mi vida periodística)

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