sábado, 27 de abril de 2019

Gime el viento

Estoy escuchando la versión de este tango por el Polaco Goyeneche acompañado por la Orquesta dirigida por Atilio Stampone, y casa justamente con la temperatura, el clima y el ventarrón que sopla estos días por Madrid. Pero además el Polaco sabe hacer resaltar los valores poéticos y la música de este tango muy bien hilvanado por Oscar Rubens y el pianista Atilio Bruni, autores también del exitoso tango: Cuatro compases.

A finales del año 1943 lo lanzaron Aníbal Troilo con la voz de Fiorentino (20-10-1943) y un mes más tarde lo hizo la orquesta de Miguel Caló con el cantor Raúl Iriarte ((29-11-1943). Ambos registros fueron toda una pegada en la época en que casi todos los días aparecía un tango nuevo. Aquella ebullición tremenda, inolvidable, permitió que hoy día gocemos de una discografía maravillosa que sigue iluminando y acompañando los desplazamientos de los bailarines en pistas de todo el mundo.

                             


Y al desbrozar la intimidad poética de este tango, se aprecia claramente  la evocación del personaje que pinta Rubens (Rubistein), en su poema cargado de paisaje y la emoción de un reencuentro amoroso tan deseado y tan esperado. Pero el calor de la compañía querida, de pronto es solo un recuerdo, el retorno de las viejas emociones se va larvando en las ansias contenidas y lo que prometía ser una vuelta al deseado amor, es sólo una zambullida en el pozo de la memoria nostálgica y desolada.

Gime, gime el viento...
y es un lánguido lamento
su canción de abril.
Gime... y el murmullo de las hojas
trae voces del ayer feliz.
¡Has vuelto dulce bien!
Has vuelto junto a mí.
...y el aire me acaricia como un beso.
Gime, gime el viento
recordando aquel momento
del adiós fatal.
Y un ansia de gritar se troca en llanto
...y tan sólo sé gemir: ¡Amor...amor!

Creer en la utopía genera melancolía y estos versos lo reflejan claramente. En su reverberación emocional, todo se puebla de viento, sombras y fantasmas. Son las trampas que la memoria suele poner, máxime cuando ésta viene agitada por una pasión ya inalcanzable y no encuentra el bálsamo con el cual cauterizar su circunstancia. La grieta del corazón herido, en la evocación de aquellas palabras...

"Volveré, volveré dulce amor"
y hasta el viento escuchó
su promesa al partir.
Y la esperé con fiebre de ansiedad
y hasta recé y lloré nombrándola, corazón.
Gime el viento otra vez
...y sufro más...

                        


El otoño simboliza muchas cosas en los momentos que el corazón necesita un estímulo, un calor cercano que no está. La ventana muestra árboles que se van despoblando de su frondosidad, el viento agita la hojarasca  y se asemeja a las imágenes que rondan la cabeza del afligido en sus instantes ds agonía amorosa, envuelta en sombras de todo lo perdido, al ratificarse la certidumbre de esa ausencia  infinita. Sabe que no volverá y las desapacibles noches del otoño, consumarán su triste presagio.

El otoño ha vuelto nuevamente
...pero aún no retornó mi amor.
Gira un torbellino por mi mente
y en el viento oyendo estoy, su voz.
Su voz angelical
que ya no he de escuchar
y que hoy en su tristeza escucha mi alma...
Otra vez el viento
gime igual que aquel momento
del adiós fatal...
Y es en vano que la espere y desespere
si el otoño ya llegó... y no volvió...


Podemos escuchar la versión de Roberto Goyeneche con la orquesta de Atilio Stampone.

                                     




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