viernes, 25 de enero de 2019

Como aquella princesa

Los fantasmas de sus autores se arrastran a través de las melodías y cantos que pertenecen al acervo popular, pero que llevan  implícitas en cada nota y en cada palabra un momento vital de las vidas de quienes nos legaron esas páginas. La memoria y el disco salvan así palabras y música  derramadas en una partitura y que siempre encontrarán un intérprete que les devuelva la vida, la intención de los versos, el sortilegio misterioso de la música ondulante que nos transporta en la pista de baile...

Gricel y Contursi . el amor revivido en tantas páginas de tango

 Porque no es nada común que la apretada melodía que encubre las rosadas burbujas del encuentro feliz, esos minutos sublimes que el poeta desgrana en su canto cincelado del amor, se emparienten con la realidad vivida por José María Contursi y Gricel y su encuentro en 1935, en el estudio de radio Stentor -Florida 8-, donde el hijo de Pascual Contursi fungía de apolíneo locutor.  Ella tenía 15 años entonces, había acompañado a sus amigas Nelly y Gori Omar, a quienes conocía de cuando vivía en Guaminí (Provincia de Buenos Aires)  y el encuentro entre el joven locutor de 24 años y la bella jovencita rubia que ya estaba radicada en Córdoba con sus padres, fue un impacto tremendo para ambos.

Hay una estrella desmayada
junto a la luz de tu mirada....
Me aflige tu quebranto,
es que te quiero tanto
que me entristezco al verte seria
¡vida mía!
Bajo ese cielo de quimera
que se dibuja en tus ojeras
he visto reflejada
mi vida destrozada,
por celos necios de mi amor.

José María Contursi escribió estos versos dos años más tarde de aquel encuentro memorable que ha hecho historia en el tango. La soledad de un día tras otro, el dolor de perderse para siempre, dado que él estaba casado, la lejanía... sirvieron de ropaje para infinidad de tangos maravillosos. Con Joaquín Mauricio Mora, el genial bandoneonista, pianista, director, compositor, además de Como aquella princesa, tejieron una serie de composiciones que hunden el bisturí en aquel romance que se ha convertido en leyenda: Sin esperanza, Esclavo, Cofrecito, Más allá, Tan distante como el cielo, Al verla pasar, Otra vez Gricel, El Cristo del veneno, Perdón, Frío.

Joaquín Mauricio Mora

El Negro Mora, un melodista con una imaginativa sobresaliente, que creó romanzas en forma de tango, como Divina compuesto en 1934 para el tenor mejicano Alfonso Ortiz Tirado,  Si volviera Jesús, Margarita Gauthier, o este tema del título,  son páginas, que muestran su sensibilidad musical tanguera de alto estilo. Tuve la suerte de conocerlo en Medellín -Colombia, compartir una noche entera con él y un mediodía con almuerzo, charlando largo y tendido. Era muy simpático, me contó muchas historias de su carrera y también hablamos de su sociedad con el Catunga Contursi en esta páginas que muestran todo su talento.

Como aquella princesa del librito de cuentos
apareciste un día deslumbrante de luz....
yo era el tímido paje de una corte de ensueños
cuyo Dios era el verso...¡cuyo sueño eras tú!
Como el tímido paje del librito de cuentos
una tarde temblando te confiaba mi amor...
se empañaron tus ojos... un suspiro y un beso...
y esta pena tan dulce que nos une a los dos... 

Sí, Mora me habló con una sonrisa primero, y con gestos de su cara, luego,  que reflejaban tristeza por la situación, de aquella pasión surgida entre Contursi y Gricel. "Pensaba siempre en ella, en su situación personal, familiar, en la distancia que los separaba y escribía versos que pintaban de una manera real y dolorosa todo lo que significaba Gricel para él...", me decía el Negro Mora, alternándolo con sus propias historias dentro de orquestas y actuaciones por distintos países.

                                   
Y entre la nostalgia de aquel encuentro, las hermosas composiciones de ese muchachito de tez oscura que salió del barrio de Palermo donde su padre trabajaba en uno de los studs de caballos de carrera,  y los versos en los cuales la pluma afiebrada del Catunga desnudaba su dolor, su desesperanza, no puedo menos que volver a  este tango que merece ser recordado siempre.

Hay una estrella que agoniza
junto al soñar de tus pupilas...
Estás enamorada... lo dice tu mirada
y en esta duda se consume
el alma mía.
Pero me fe se tranquiliza
porque tu aliento me acaricia...
Tus manos en mis manos
mis labios en tus labios...
¡Y mentalmente una oración!

En aquel año de 1937, lo grabó Osvaldo Fresedo con Roberto Ray y también  Hugo del Carril con la orquesta dirigida por el propio Joaquín Mauricio Mora.  Yo invito a escucharlo cantado por Roberto Goyeneche, acompañado por el conjunto de Atilio Stampone, grabado el 13 de marzo de 1972.


           

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