martes, 26 de enero de 2016

El baqueano

Agutín Bardi y Eduardo Arolas enfarolaron el tango y le hicieron dar un paso adelante con sus composiciones, que aún siguen sonando como modélicas y modernas. Bardi, tiene una obra considerable, y entre todos esos títulos que le dieron chapa de ilustre, hay varios que reflejan su infancia en el campo, donde naciera. Porque su lugar natal: Las Flores -donde también vió la luz Roberto Firpo, el mismo año 1884-, situado a 187 kilómetros de la Capital, era una pampa abierta con sus gauchos y sus distancias a cielo abierto, sus ríos y arroyos. Le quedaría grabado a fuego en las retinas y la mente del pequeño Agustín cuando sus padres lo mandaron a Buenos Aires, a la casa de unos familiares, con apenas 6 años de edad para realizar los estudios en la escuela primaria.

                                   


Vivió desde entonces en el barrio de Barracas, muy cerca donde se radicaría la familia de Eduardo Arolas, con quien compartiría tantos tangos y valses de Waldteufel para los capitanes que llegaban de ultramar y premiaban con grandes propinas a los dos compinches. Bardi comenzaría tocando la guitarra y con ella se luciría en la Comparsa de los artesanos, de su barrio, en las noches de carnaval.  Paulatinamente, y muy jovencito se fue pasando a la ejecución del violín y terminaría tecleando el piano, a al que se aficionaría definitivamente,  en los cafetines de la ribera boquense.

                                 


Vendrían su salto a a las casas de tango, los salones de baile y por fin al cabaret más lujoso de aquella época: el Armenonville,  alineándose en la orquesta de Eduardo Arolas, sentado al piano, con su bigotito y sus gafas quevedianas. A la vez, no perdería el tiempo y con mucho sacrificio se conchabó en una empresa de transportes en la cual trabajaría durante varios años.

En el ínterin iba goteando tangos que recibían el  beneplácito inmediato de las orquestas de su tiempo y de las que les sucederían. C.T.V., Lorenzo, Qué noche, Vicentito, La última cita, No me escribas, Madre hay una sola, Oiga compadre, La guiñada, Gente menuda, Polvorita, Independiente Club, El Paladín, Nunca tuvo novio, Tierrita; algunas con letras de diferentes poetas y otras solo en faz instrumental.



Pero también sus recuerdos le llevaron a esa pampa que merodeó de niño y a la cual algunas veces volvería. Y esos recuerdos los fue transformado en tangos de jerarquía que tendrían mucho éxito. Como Gallo ciego (por aquellas riñas de gallo que lo estremecieron), Pico blanco, Florcita, Cabecita negra, Golondrina, El cuatrero, Barranca abajo, El abrojo, Adiós pueblo, El buey solo, Misterio, El cuatrero, Se han sentado las carretas, El rodeo, Rezagao, El pial, El chimango, Chuzas o éste del título: El baqueano.

                                            

En su obra Facundo, Domingo Faustino Sarmiento, criado en el campo, en la provincia de San Juan, también recuerda y mitifica literariamente a estos personajes que asombraron su niñez: El rastreador y El baqueano. A éste último lo fija así en su recuerdo:

-Después del rastreador, viene el baqueano, personaje eminente y que tiene en sus manos  la suerte de los particulares de las provincias. El baqueano es un gaucho grave y reservado, que conoce palmo a palmo veinte mil leguas cuadradas de llanura, bosques y montañas. Es el topógrafo más completo; Es el único mapa que lleva un general para dirigir los movimientos de su campaña. El baqueano va siempre a su lado. Modesto y reservado como una tapia; está en todos los secretos de la campaña; la suerte del ejército, el éxito de una campaña, la conquista de una provincia, todo depende de él. (........)

                                            


Por supuesto lo describe mucho más detalladamente pero ésto ya nos da la idea del porqué del renombre de este personaje en aquellos años de peleas, contra los conquistadores, contra los indios, de unitariosy federales, de caudillos provinciales y gobierno bonaerense. Este gaucho cobraría fama legendaria. Agustín Bardi lo consagraría a su vez en un hermoso tango: El baqueano (o baquiano).

Lo grabarían Julio De Caro, Brodman-Alfaro,  Juan D'Arienzo, Aníbal Troilo, Osmar Maderna, el dúo Arias-Montes y otros conjuntos. Lo traigo por el conjunto de guitarras de Roberto Grela, grabado en 1968, y por  la orquesta de Aníbal Troilo, grabado el 12 de septiembre de 1969.

12- El baqueano - Roberto Grela y su conjunto

18- El baqueano - Aníbal Troilo






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