martes, 8 de diciembre de 2015

Buenos Aires colina chata

Tenía que ser un poeta con la profundidad y el ingenio creativo de Homero Manzi, para transformar la Fundación de la Capital de la República Argentina, en unos versos que transmiten el amor por su ciudad. Porque, aunque Homero nació en un pueblo de Santiago del Estero, fue criado de chico en Buenos Aires, paseó los andurriales de Pompeya, el empedrado de Boedo y la cercanía de ese Riachuelo fuera leit motiv infinito del pintor Benito Quinquela Martín, y que separa la Capital de la Provincia.

Su poesía tiene un vuelo histórico, intenta redescubir la ciudad porteña a través de la historia y le salió redondita como una pizza y vital como aquella odisea de los conquistadores españoles. Uno de ellos, el hidalgo burgalés-vasco Juan de Garay cubierto de honores por sus logros. Fundaría la ciudad de Santa Fe, sería gobernador de Asunción del Paraguay, comprobaría asombrado que el río de la Plata era "un mar dulce", funda por segunda vez la ciudad de Buenos Aires, en 1580, y luego de muchos viajes y cargos, terminaría muerto por indios querandíes. En mi barrio de Parque Patricios lo recuerda una avenida con su nombre, y casualmente Homero, de niño, vivió en una casa de dicha avenida. Vale la pena traer hoy al Blog la poesía y recrearnos en ella.

Buenos Aires colina chata.

Sobre una colina chata
Garay trazó cuatro vientos;                                    
por un costado La Pampa,
al otro lado un Riachuelo
y el río contra la espalda
y el pecho contra el desierto
con su horizonte de paja
y su techumbre de cielo.
Garay trazó cien manzanas
sobre un cuadrado perfecto
y el sitio de las campanas
y el lugar de su gobierno
y las casas capitanas
y los tejados modestos
y el ámbito de la plaza
para los grandes recuerdos.
Garay trazó con su espada
la forma de un pueblo nuevo.

¿Cómo era la pampa aquella
sin gauchos y sin cencerros,
sin chinas, ranchos ni güeyas,
sin boliches ni puesteros?
¿Cómo era entonces La Pampa
sin estancias ni potreros,
sin una sola guitarra
sin el ladrido de un perro?
¿Sin un mazo de baraja,
sin el grito de un resero,
sin un fogón y una casa,
sin un mate y sin un cuento?...
                                                                    
Sólo era una pampa pampa
con un desierto desierto
y su horizonte de paja
y su techumbre de cielo.
Qué raro que se quedaran
los españoles aquellos,
atados a las distancias
clavados a los silencios.
Tal vez porque ya eran otros
distintos de los primeros.
Tal vez porque ya eran criollos
a fuerza de sufrimientos.
Porque llegaron del Norte
inaugurando senderos
madurados por los soles
y las lluvias de febrero.


                                     









Esta maravillosa interpretación de la segunda y definitiva Fundación de Buenos Aires, la transformó en tango su amigo Sebastián Piana, pero es una gesta que excede con mucho los límites del tango, aunque lo sea. Quizás por eso no ha tenido recorrido como tal. Aunque en las sucesivas relecturas del poema, me quedo encantado con todo el verso y con ese horizonte de paja y esa techumbre de cielo con que pinta la desierta pampa. Y genial lo de Buenos Aires colina chata.                  

 

     
Segunda Fundación de Buenos Aires

 

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