lunes, 20 de abril de 2015

Azucena

Despintada por las nuevas generaciones, opacada por el paso del tiempo, por el hecho de haber cantado con ropas masculinas, por su estilo temperamental y emotivo, lo cierto es que la Maizani, mereció y conquistó por méritos propios un lugar preponderante entre las cantantes exitosas de su tiempo y logró un sitial de privilegio. Y no era chiste competir con Libertad Lamarque, Rosita Quiroga, Mercedes Simone, Ada Falcón, Amanda Ledesma o Sofía Bozán, entre muchas otras.

                                           


El gran vate lunfa, Esteban Celedonio Flores  que fue contratado en exclusividad por Rosita Quiroga y a la cual le escribió 24 temas que ella grabaría, no tuvo empacho en calibrar poéticamente la garra artística de Azucena con estos versos, que lo dicen todo:

Cachá cuatro compases de un tango rante,
de esos con más pelusa que un gato angora,
y el verso  más  lunfardo y asonante
de un poeta reo (Perdón, señora...)

Metele unos pedazos de barrio bajo
cuando el sol los pincela de poesía
y la marca primera que deja el tajo
de dos guapos parejos de hombría a hombría.

La bronca de un compadre que quedó en banda, 
la curda de un porteño que de parranda
sale a tirar, alegre, manteca al techo;
mezclá todo con gloria, pasión y pena
¡y tendrás el retrato de la Azucena,
la tanguera más grande que Dios ha hecho!

Lo cierto es que la Maizani tenía un temperamento emocional notable y a veces su canto se quebraba en una nota sollozante que expresaba la dramática condición del poema. Era capaz de crear una atmósfera propia privilegiando la poesía sobre la música y, eso, que era un agregado notable que conmovía a los oyentes, podría también jugarse en su contra a la hora de las comparaciones con otras cantantes exitosas, aunque ella siempre estuvo entre las más aplaudidas y seguidas. Y se la conocerá en todos los ámbitos como "La Ñata gaucha".

                                               
Con su buen amigo Gardel


Ese gran artista que es Alberto Cortez, me contaba una noche en su casa, acá en Madrid, que llegó a compartir escenario con ella en la Confitería El Olmo del barrio del Once. Y me lo decía con admiración, porque si bien ella ya había dejado atrás su etapa más feliz en cuanto a actuaciones, grabaciones y repercusión, comentaba:
-Era emocionante escucharla y verla ahí de cerca, a ella que era una leyenda y yo estaba en mis primeras actuaciones en esos lugares. Conmovía por la manera de cantar y llegaba hondo.

No fue nunca una mujer afortunada, ni siquiera en su infancia. Nació en el Hospital Rivadavia con una salud precaria, en una época que la tuberculosis y otras plagas estragaban a la población. Los médicos aconsejaron a su madre que la enviara a la isla Martín García como prevención, acompañada de un familiar a fin de evitarle males mayores. Allí estaría confinada entre los 5 y los 17 años.

                                                           


En el regreso a casa comprobó que la vida era aún más dura y la guerra mundial había traído muchas penurias para la gente. Debieron mudarse al Abasto y tuvo que ponerse a trabajar en un taller de camisería, donde cosía. Entretenía sus horas escuchando por radio a Gardel-Razzano, a Canaro, Firpo y acompañaba muchos temas canturreando mientras le daba duro a la aguja y el hilo.

Era una veinteañera cuando se presentó en el Pigall y le dijo a Canaro que sabía cantar. El mismo Canaro lo recuerda en sus Memorias. Le cayó simpática, ensayó un poco con ella y salió al escenario cantando Mi rebenque plateado y La verdolaga, una cifra y una milonga que le escuchaba a Gardel. Canaro la presentó como Azabache, por su cabello renegrido y un día sintió un fuego interno dentro, cuando el mismo Carlos Gardel le diría, a la vez que la abrazaba:
-Sabés como cantás vos, Ñatita...? ¡Con éso que tienen los hombres!...

Por un anuncio entraría en el Teatro Apolo como corista y en una fiesta la descubrió el gran Enrique Delfino:
-Ésa es la voz que necesito - y le preguntará:
-¿Se animaría a cantar un tango mío en la obra que estrenamos en unos días?


Y así debutaría en el Teatro Nacional con la obra de Alberto Vaccarezza: "A mí no me hablen de penas". Lo haría acompañada por la orquesta de Salvador Merico, en el tango de Delfino y Vaccarezza: Padre nuestro, escrito para una mujer. Con todo el miedo del mundo se lanzó con su voz dramática, y ante los estruendosos aplausos del público debió repetirlo...¡5 veces!
Esa noche de agosto de 1923, había nacido una estrella.

Pero Azucena siempre vivió entre la gloria y la tristeza. Se casó en 1928 y se separó con el nacimiento y muerte del hijo. Roberto Zerrillo, que la acompañaba entabla con ella una relación amorosa y viajarán artísticamente por España, Portugal y Francia. Al regreso la pareja se disuelve y su sino se repetirá con otra pareja que terminará suicidándose después de haberse gastado todo el dinero  de Azucena, de quien era administrador. En su bello tango: Pero yo sé, hay detalles de la primera  relación frustrada.

                                               


Y en el tango En esta soledad, que lleva música de Vicente Demarco y letra suya, refiere su drama:

En la calle desierta 
de tu abandono
me siento perdida,
y estas sombras que apagan
la voz de mi canto,
me quitan la vida.
Te llevaron los vientos
de otros amores
con rumbo ignorado,
y en la ruta del tiempo
confiada al destino
te habré de esperar.

En 1962, después de cuatro décadas de glorias artísticas, canta por última vez en el Teatro Astral y sus fieles la despiden de pie emocionados y aplaudiéndola largamente. Tendrá un triste final, con hemiplejía incluido, y morirá en la miseria total junto a un hijo de procedencia desconocido. Para el recuerdo quedan sus 276 grabaciones, el cariño de su público, la admiración de colegas, músicos y público, y su intervención en algunas películas.

                                             

Hoy la recuerdan una plaza pública y una calle de Puerto Madero.

Y yo también la traigo del olvido con un tema. Su tango Pero yo sé del 7 de julio de 1928

                               





1 comentario:

  1. que triste y desafortunado final para esta grande del tango que era pura emocion saludos juan

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