La nota se titula: El rito prohibido en la "casita" de Laura.
León Benarós autor de numerosas páginas de nuestro cancionero |
Tenía un verdadero savoir faire y, enérgica y suave a la vez, su voz insinuaba una discreta modulación provinciana, quizás mendocina, casi imperceptible, que le daba gracia. Tuvo una hija que cuidaba como una joya y diversas entenadas, que recogió con bondad, dándoles educación y aun casándolas bien. Algún deslumbrante pendantif la mostraba soberbia de brillantes legítimos, que centelleaban también en anillos y brazaletes. Llevaba al cuello larga cadena de oro, que remataba en un pequeño reloj, de oro también, el que guardaba en el bolsillo superior del vestido.
Culta y distinguida, no le faltaba su abono al Colón, donde alzaba su lujoso impertinente que llevaba a los ojos con gesto lleno de natural señorío. Laura deslumbraba, ciertamente, cuando aparecía. Se mostraba de pollera larga y estrecha, con algo de cola, cubierta con lujosa matinée, especie de casaca suelta, llena de encajes y de cintas que aparecían y desaparecían bajo el fino entredós.
Su casa era lujosa. La sala, escenario de los bailes famosos, lucía sus grandes espejos, sus altos jarrones, sus cuadros y sus decorados. Más allá estaba el dormitorio de la dueña, en el que la amplia cama elevaba su alto dosel de liviana muselina de seda. Muebles franceses, pieles blancas sobre el encerado piso y un soberbio quillango sobre el dilatado lecho remataban tanto lujo. Hacia atrás, en los altos, estaban las habitaciones de la hija de Laura que, casi en secuestro, espiaría con ojos azorados, desde la alta baranda, la llegada de elegantes señores y mozos diablos y paseanderos dispuestos a entregarse en aquel ambiente, con sibarítica gravedad, al entonces prohibido rito del tango.
No se ha podido determinar cuándo cesaron los bailes de Laura. En 1915 se daban todavía. Milonga fina en lo de Laura. Por cierto fina, exquisita, perfumada de extractos franceses y exornada por el burbujeante champán de origen semejante, que ardía en la venas con suave calor, incitando al placer exótico que los extremos refinamientos traían a un Buenos Aires apenas desperezado del aburrimiento colonial.
Mario Batistella en su tango No aflojés, con música de Piana y Maffia, recordó las casitas de Laura y la Vasca en 1933. Y Cadícamo, el gran evocador de sus tiempos jóvenes, en la milonga: En lo de Laura, con música de Antonio Polito, compuso esta acuarelita que interpretan Ángel D'Agostino y Ángel Vargas, y grabaron el 12 de marzo de 1943. ¿La escuchamos?
05- En lo de Laura - D'Agostino-Vargas