lunes, 18 de noviembre de 2013

El cachafaz

Pocos, muy pocos personajes del tango, que no hayan sido músicos o cantores, han logrado instalarse en la leyenda del tango con tal arraigo, soportando el paso de los años que van difuminando logros y currículos. Evidentemente fue el bailarín más famoso de su época, y más conocido por su apodo que por su apellido.

Como la literatura no se ha ocupado del baile del tango en sus orígenes y desarrollo, todo lo que llega de las épocas fundacionales, ha quedado sumergida en alguna que otra anécdota e hilachas de recuerdos que se transmitían entre milongueros de distintas generaciones. Por esto mismo, personajes como el Cacha, Tarila, El Vasco Aín, Pablo el Lento, Bernabé Simara, que aparecen fugazmente en alguna que otra página periodística de su época, se van convirtiendo paulatinamente en figuras míticas, especialmente El Cachafaz.

El Cachafaz y Carmencita Calderón en "Tango"

Algo se debe a las referencias que dieron su última y longeva compañera, Carmen Calderón, y gente destacada del ambiente artístico que lo conocieron, como Enrique Muiño o Elías Alippi. Además, fue escogido para bailar en la primera película hablada del cine argentino: "Tango", filmada en 1933, y donde baila precisamente con Carmencita Calderón, una jovencita entonces.  

Se llamaba José Ovidio Bianquet, era hijo de un francés y una cordobesa y tuvo una Academia de bailes muy famosa, ubicada en los altos del Teatro Olimpo, en la calle Pueyrredón 1463, para pasar luego a otras céntricas. Ganó mucho dinero dando clases a hombres y mujeres de la aristocracia, pero le gustaba la buena vida y lo fue derrochando a manos llenas. Bailó en el Metropolitan de Nueva York y paraba en el Hotel Astorga. Viajó a París con 26 años y actuó en el célebre cabaret El Garrón, donde tallaban los argentinos liderados por Manuel Pizarro, aunque regresó pronto.


Miguel Bucino, bailarín y autor de una ponchada de hermosos tangos, me dijo que era un poco espamentoso para bailar. "Le gustaba hacer bandera... Pero se apilaba y llamaba la atención en seguida. Además vestía muy elegante siempre, engominado y jaileife. Tenía la cara picada de viruela aunque  lo disimulaba con la percha y la fama que tenía. Ganaba con las mujeres en todos lados". Fue amigo de Gardel y tenía su oficina en el café de Corrientes y Talcahuano. Su mesa estaba siempre reservada y los que querían contratar sus servicios sabían que allí lo encontrarían.

Francisco García Jiménez cuenta la tenida entre el Pardo Santillán, de Palermo, y El Cachafaz, del Abasto. Fue en lo de Hansen cuando el dueño había dejado der ser el sueco que le dió nombre al local y estaba ahora a cargo de un italiano apellidado Giardini.

-Debutaron Bazán, Firpo y Postiglione en el local al producirse el acontecimiento que conmovió el ambiente tanguero, cuando se sacaron chispas allí. Santillán era el crédito coreográfico del Tango en Hansen. Y virtualmente en todo el el perímetro palermitano hasta la linde con Recoleta. El Cachafaz llegaba desde el ABC del Abasto, epicentro de sus hazañas.

                                   


El Cachafaz se presentó esa noche en Palermo sin su compañera. Como de costumbre, iba a su zaga un amigo fiel y de acción conocido como "El Paisanito". Santillán, sentado en su mesa con su barra, los vio entrar como a sapos de otro pozo. De repente El Pardo se levantó y salió a bailar. El Cachafaz vio una mujer sola en una mesa y le hizo una seña. La mujer asintió y se acercó a su mesa. Prendidos para el tango salieron a seguir el curso rodante de las parejas. Como una voz inaudible, hizo que las demás parejas se fueran yendo de la pista, hasta dejar solas a las dos de la topada.

Ardió Troya en las tablas del piso de Hansen. A una corrida afiligranada del Pardo, contestaba El Cachafaz con figuras imaginadas y resueltas sobre el pucho y transmitidas a la asimilación espontánea de la desconocida compañera. Superado una y otra vez, el Pardo Santillán perdió terreno. ¡Realmente, más que un bailarín era un mago El cachafaz.! De sus cortes danzantes se ha prolongado una fama legendaria parecida a la del visteo peleador de Juan Moreira.


Hubo intención de gresca, de parte de los adeptos a Santillán. El Paisanito saltó al ruedo pelando el fiyingo, ese cuchillo de hoja estrecha y muy filosa que aquellos guapos calzaban bajo la axila izquierda, bajo el chaleco. No era el vano intento de corajear contra tantos. El Paisanito remató la temeraria acción con otra no menos espectacular. Tiró de punta el cuchillo al piso, clavándolo tenso y le gritó a su amigo:
-¡Dales el dulce!

Carmencita y el recuerdo del Cachafaz
Y así, con semejante velo legendario se escribió la historia de este milonguero nacido en el barrio de Boedo. Que incluso mereció un tango que en su homenaje compuso Manuel Aróztegui. En el leguaje coloquial, cachafaz equivale a pícaro, desvergonzado. Es sabido que Bianquet murió de un infarto en los camarines de El Rancho grande, de Mar del Plata, después de una actuación con Carmencita Calderón allí, en el verano de 1942. Contaba 57 años.

Escuchamos el tango que le dedicó Aróztegui, grabado por la orquesta de Juan D'Arienzo el 2 de junio de 1937. Bien milonguero, por supuesto.

45- El cachafaz- Juan D'Arienzo




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