domingo, 23 de junio de 2013

Gardel

Hoy se cumplen 78 años de la trágica desaparición del ese hombre que inventó el canto del tango y lo paseó por las fronteras del mundo. Sigue viviendo en el corazón de mucha gente y sigue siendo el espejo en que se miran aquellos que se dedican a cantar los versos tangueros, tanto hombres como mujeres.

Un cantor que perdure de este modo en la memoria colectiva, demuestra que encarna el arquetipo del artista que instala un marco de precisión, donde afina el sonido y el sentido de las palabras.

 
Los que lo escuchamos con frecuencia, seguimos asombrados ante su arte sublime, más allá de que la desgracia de aquel accidente haya tronchado su carrera milagrosa y lo haya convertido en mito para toda América latina, muy especialmente.

                                                         

Vuelvo a recordarlo con el poema que le dediqué en su día.





GARDEL
                                                              “Si podemos decirle al fin de cada disco:
                                                                           -Te pasaste Carlitos….”
                                                                                                    Héctor Negro

Antaña devoción tangoesquinera
que el suburbio trasvasa
a parroquiana adoración hornacinera.
Es la musa sangrante
que fatigó el trovador itinerante.
¡Un llanto de ciudad, esa argamasa
entregada a su brújula albaceante!

Al yirar de la gente
que ataracea los huecos de su ausencia,
en la querencia,
el eco de su voz llega doliente;
fértil presencia,
que la metrópoli encelará como tesoro,
la oración fundamental de nuestro canto,
la sonrisa de goma tragacanto,
la voz invicta, el carretel sonoro.

Por la herida vitrola,
desangra el mensaje una ventana
y ante los versos que exuda la consola,
la misa gardeleana,
revive en el  milagro feraz de aquella gola.

¡Al aire zorzalea
una bandada volátil que gorjea, 
reconociendo el mensaje tangosanto
y chairándole al timbre llamador un contracanto;
en la lunita rayada  picanea
el temblor de una viola y nos arrea
levitando, esa voz inmortal, desde el espanto!

                                                            jmo



No puede faltar el gran artista del Abasto en esta recordación, con el poema del Negro Cele (Celedonio Esteban Flores), que musicalizaron Gardel y Razzano. Filmado en el año 1930.

                                                  

                           
                             

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