Pese a ello, cualquier tanguero sabe que Lesica era tango. Un muchacho del barrio de Boedo que siguió fiel a su origen, sin engrupirse porque lo llevaba de nascita, dado que su padre era bandoneonista y su hermano estudiaba piano. En cambio Rodolfo (Aiello) era reacio a los libros y a la disciplina de los estudios. En cambio entonaba muy bien, escuchaba tangos permanentemente y le gustaba cantar con los amigos en el boliche.
Y seguir los domingos al equipo del barrio: San Lorenzo de Almagro, del cual fue fervoroso hincha durante toda su vida. Es decir, tenía grabados los tics barrriales: el fútbol, el tango y las pibas.
Cantó con la orquesta de su padre, con apenas 12 años. Actuaron en los carnavales del Club Hurlingham y hacía yunta con el luego popular Guillermo Rico, por entonces trajinando con el nombre de Guillermo Coral, con el que ascendería a la orquesta de Francisco Canaro.
Mi madre vivió sus últimos años a 200 metros de su casa natal. Rodolfo se afincó de pibe en la esquina de Cachimayo y Asamblea, en la parada de taxi y donde tuvo su puesto de periódicos durante años un milonguero que hoy talla en Italia: Luisito Ferrari. Apegado al barrio, solía limpiar los cristales de los coches, lo mismo hacía con los colectivos y así juntaba monedas, lejos del colegio y a su libre albedrío. La mayoría de los colectiveros eran tangueros, llevaban la foto de Gardel en el habitáculo y todo eso arraigó en el corazón del futuro cantor, que conduciría precozmente taxis y colectivos como otro grande, el Polaco Goyeneche.
El dúo estrella: Lesica-Ledesma |
Y así conoció a Héctor Varela. Lo levantó con el taxi en la puerta del Maipú Pigall y en el viaje le cantó un par de tangos que llamaron la atención del bandoneonista que acababa de formar orquesta propia y contaba con Armando Laborde en los cantables. Lo probó, le convenció rápidamente y trocó su apellido artístico anterior -Alberti- por Lesica, idea que se le ocurrió al pasar por la Plaza Lezica.
En esa época caía al barrio. Un muchacho de la barra organizaba lungas puchereadas en una fonda humildísima de la calle Los Patos, en mi barrio de Parque Patricios. Y lo traía a Alfredito Gobbi, a su cantor Héctor Coral y se sumaban otro próceres como Julián Centeya o José Berón que vivió fugazmente en la casa que quedaba junto a la fonda. Otro que vivía allí era un futbolista que había jugado en All Boys y pasó a San Lorenzo en los años 50. Se apellidaba Rigo, era rosarino y conoció a Lesica porque iba a visitar a los jugadores azulgranas en cuanto podía. Rigo lo invitó al pucherete y Lesica vino algunas veces. Siempre nos cantaba Noches de cabaret, que en esa época lo hacía Laborde y lo grabó con Varela en 1951.
Cuando Varela despide a toda su orquesta por una huelga que le hicieron, con Raúl Lavié y los músicos forman nuevo conjunto bajo el rubro Los ases del tango. Actuaban en la Confitería Dominó. Yo iba a verlo allí, milongueaba toda la noche y algunas veces me iba con él a la salida, pero no le podía seguir el tren porque era muy desordenado aunque divertido y bohemio total. Pero yo trabajaba, era jovencito y tenía que dormir, porque madrugaba. Lavié también era de armas tomar pero se cuidaba, por eso sigue en plenitud de forma actualmente.
El Glostora Tango Club: Lesica, Virginia Luque, Varela, De Ángelis y Ledesma |
Cuando formaron el dúo de cantores Argentino Ledesma y él en la orquesta de Varela, fueron el éxito más grande de esos años en que el tango estaba totalmente fuera de moda. Arrasaron en ventas y popularidad. Ledesma impuso el tango catalán Fumando espero, que Lesica después de ensayarlo varias veces se negó a cantar argumentando que no le salía... Y el director se lo pasó a Ledesma para gloria del santiagueño.
La realidad era que el tema tenía fama de mufa. Descendientes de italianos y españoles, los argentinos heredamos aquello de la muffa, el mal farío, la yeta, las meigas, fierro chifle, semáforo y todo lo atruible a las brujerías y la mala suerte. Por eso es muy difícil que en alguna milonga porteña se escuchen Adiós muchachos o Fumando espero... Por si las moscas, ¿viste? Y hacemos cuernitos.
En 1970 estuve en México cubriendo el Mundial de fútbol. Una noche me invitaron a un café concert para escuchar a un famoso cantante mexicano y luego hubo una rueda y como yo era argentino, un músico que estaba en la misma, me aseguró que el autor de Historia de un amor, Carlos Eleta Almarán, se quedó asombrado y orgullosísimo cuando le hicieron llegar la maravillosa versión en tango que hicieron Varela-Lesica, del bolero. Y que incluso les envió un mensaje de agradecimiento.
Lesica murió joven, apenas 56 años y ahí también pagó el precio de haber vivido la noche sin tregua, con su bohemia y sus vicios. Pero fue un señor cantor, con una hermosa voz de barítono, y ese deje nasal lleno de mugre de barrio que fue su santo y seña en la noche porteña. Además de un corazón grandote.
Vamos a escucharlo con Héctor Varela (¡Había que seguir a esa orquesta, ojo!), en su gran éxito, el bolero de Carlos Eleta arreglado por Varela en tiempo de tango, Historia de un amor, grabado el 13 de setiembre de 1956. Y de Héctor Varela y Carlos Waiss: Que sigan charlando, registrado el 19 de diciembre de 1952.
07 - Historia de un amor
04- Que sigan charlando
Gracias Jose Maria por publicar este riquisimo informe. Te lo agradezco de corazon. Un abrazo desde Bahia Blanca., Buenos Aires. Pablo Santi
ResponderEliminarMuy buena esta historia, José María, muy interesante, en cualquier momento le voy a pegar una ojeada al Blog, tenga mis saludos
ResponderEliminarGracias muchachos por la visita. Arrímense al fogón que tengo material para calentar el cuore.
ResponderEliminarJose María