lunes, 12 de noviembre de 2012

El pibe Rufino

Iba en camino de los 18 años, cuando graba su primer tema con la orquesta del maestro Carlos Di Sarli  en la cual militaba desde hacía varios meses, gracias a que el representante del pianista de Bahía Blanca entonces, Carlos Garay, lo recomendó a éste. Lo hizo tras haberlo escuchado asombrado en un palco tanguero interpretando el tango del propio Di Sarli y Carrera Sotelo: Milonguero viejo.

Mayor fue el asombro del director cuando lo vio venir de pantalones cortos y entonó algunos temas acompañado de su piano, para probar esas cualidades tan alabadas por Garay. ¡Y vaya si llevaba razón! Di Sarli se enamoró artísticamente del jovencísimo adolescente-cantor que ya a los 14 años cantaba en la orquesta de Francico De Rose, nada menos que en el Café El Nacional de la calle Corrientes. Y lo contrató sin dudas, para delicias de todos los tangueros que lo convirtieron en ídolo.
             

El año pasado, cuando presenté en la Academia Porteña del Lunfardo mi libro: El ABC del Tango, una de las personas que estuvo en la misma, me preguntó qué cantor me gustaba, a raíz de una conversación que tuvimos al respecto. Es la organizadora de la milonga: Sueño porteño, de la Avenida San Juan 3330.

Y le comenté que últimamente estaba escuchando mucho a Rufino con Di Sarli, porque me sigue llamando la atención su interpretación de temas dramáticos o de sinsabores sentimentales, con tan escasa edad y experiencia en dichos temas que precisan  de un poso vital medianamente aquilatado.
Y sentir ese calambre emocional por la intención de combinar preciosas melodías, con la ambición de las letras.
                                            
Y cada vez que vuelvo a esa etapa impresionante de su carrera, siento el mismo estremecimiento aunque lo experimente bailando. Luego de los 46 temas que dejó grabados con Di Sarli, pasó por diferentes experiencias en las orquestas de Roberto Caló, Francini-Pontier, Miguel Caló y varias veces como solista, pero había perdido aquella magia inicial y se desbordaba demasiado forzando la voz. Sólo entre 1962 y 1965 que recaló en la formación de Aníbal Troilo,  Pichuco consiguió hacerlo modular su voz para dejar algunas páginas valiosas en esta etapa.

No me canso de escuchar su maravillosa sintonía con esa orquesta magistral del Señor del Tango y la interpretación que realiza del poema musical. Hoy los invito a compartir mi elección con dos temas grabados en 1942. Necesito olvidar, de Rodolfo Scianmarella y Manuel Romero y Decime que pasó, de José Nieso, Miguel Nijensohn y el poeta y representante: José María Suñé.

Necesito olvidar

Decime que pasó

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