sábado, 20 de octubre de 2012

Gustavo Naveira

Hace poco debatíamos entre tangueros frustrados que vivimos en España, sobre la falta de pasión milonguera que notamos en las pistas de baile de este país.

Es cierto que hay muchas maneras de llegar al baile del tango. Algunos lo descubren tardíamente y lo encuentran como un pasatiempo interesante y distinto para salir de la rutina: trabajo-comida-trabajo-comida. Otros porque viven estresados y lo ven como una salida. Los hay que piensan que el abrazo con una desconocida es la puerta abierta al romance. También están los que han visto una exhibición de tango-escenario en la tele o el teatro, y sueñan con la posibilidad de vivir esa experiencia tomando algunas clases. Los hay que llegan por sugerencias de conocidos. Siempre usando el género que abarca a ambos sexos, claro. Hay de todo en la milonga. También los ejemplos positivos, pero el tono general es el que marca la mayoría.

Incluso están aquellos que sienten que el tango en esas pistas donde funge la coalescencia de la pareja, excita su energía psicofísica, y se largan de lleno al aprendizaje.

Hay infinidad de llamadas a la singularidad exclusiva de cada ser humano. Y, afortunadamente no se implanta un estilo colectivo aplanado, chato, corporeizado en una sola manera de bailarlo. En la pista sacamos a relucir nuestra personalidad.
Gustavo Naveira y Giselle Anne
Pero si no le ponemos pasión, si no sentimos en el cuerpo lo que trasmite la música y  nuestra pareja, si estamos charlando mientras "bailamos", si no respetamos la circulación,  si no alcanzamos a comprender las distancias geométricas y de espacio que hay entre el baile de salón y el de escenario o exhibición, es que no entendimos nada. Ni podemos entrar jamás en el alma del tango.

Mientras discurríamos sobre estas cosas palpables diariamente, y sobre eslóganes marketineros: "el verdadero tango se baila en Villa Urquiza...", por ejemplo, que a mí me parece una falta de respeto y una ignorancia de la historia real, salieron nombres a relucir.  Y cuando mencioné el de Gustavo Naveira, uno de los contertulios desimponiendo mi acerto sobre sus cualidades, sentenció drásticamente, al toque: "Naveira no baila tango".

                                                  
"La certeza es un delirio", sostenía Lacan, que venía a decir en realidad, "Nadie sabe nada". Quizás tenga bastante razón si vemos el rumbo que está tomando la humanidad entera, pero volviendo al tema en cuestión, una frase de Gustavo, vendría a aclarar un poco el panorama de lo que sucede en las pistas españolas y que a veces nos lleva al desánimo. Él definía así la esencia del tango.

-Es desarrollar una percepción sobre el movimiento de la otra persona, y ése es el problema esencial por el cual tiene que pasar toda persona que quiere bailar el tango. Tenés que medir, calcular, sentir, ajustar tu movimiento al del otro. Saber cómo trabaja tu peso y moverte de acuerdo a eso. La percepción de lo que le pasa al otro es el foco central en el tango.

Y para no ahondar demasiado en tópicos, códigos y sentimientos, lo vemos bailando en Cachirulo, el año pasado, con su compañera Giselle Anne, a quien conoció personalmente en Madrid, precisamente. Fue bailar el primer día y no volver a separarse. La magia del tango.

Y espero convencer a mi amigo, de que Naveira baila tango.



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