miércoles, 29 de agosto de 2012

Osvaldo Zotto

Ayer hablaba de Miguel Ángel y recordaba de paso a su hermano Osvaldo fallecido prematuramente en el 2010, cuando apenas contaba 47 años y estaba en el momento cumbre de su carrera.

Para mí seguirá representando al milonguero cabal, sin trampas, sin figuras exageradas, con un estilo que perdurará por siempre aunque soplen nuevos vientos, porque la estampa, la mugre del gotán, la postura, elegancia y compás, no serán nunca caducos.

En el verano, nos pasa como a la TV o  al cine, con sus remakes constantes. Pero yo lo hago como un ejercicio ritual. Como una necesidad que me pide el espíritu. Y aparte de la amistad que me unía con él, la presentación que hice de su show en Madrid, o algún café que nos tomamos por ahí, Osvaldo era de esa estirpe de triunfadores humildes, de barrio, sin ínfulas, con verdadera categoría humana, cosa de la que pueden dar fe los innumerables amigos que sembró por el mundo.

Me gustaría que los milongueros actuales, especialmente en España, tomaran nota de las pausas, esos espacios que la danza necesita para que las parejas no parezcan entes automáticos, a los cuales se  les aprieta el botón y salen disparados y bailan sin resuello, como si los adagios no existieran.

Osvaldo las manejaba con inteligencia, oficio y mucho arte, junto a Lorena Ermocida.

En su momento le dediqué este poema lunfa que ahora vuelvo a traer a este espacio.



ESTAMPA DE OSVALDO ZOTTO

                                                             
                                                                                 “Reo sentimental, hermano de arte
                                                                                   llevás un corazón como estandarte
                                                                                    más grande que el Palacio de Barolo!”
                                                                                                                Celedonio Flores
                                                                   

Pinta orillera, morocho engardelado,
perfil de guapo gayeado en entreveros;
templanza en el andar de milonguero,
pisada de pantera, camino al doctorado.

    Salió de Ballester, cuna y vivero
    buscando plaza en el tinglado,

El frate le da el pase y bien bancado
con la ganzúa de su cuore fogonero
-donde el gotán solo admite bastoneros-
abre puertas de parqués y embaldosados.

    de apronte bien relojeado
    sarpando de los plagieros

La garlopa de sus epis imantados
lo esmaltan con un aire carrieguero:
aroma de zaguán, feca y potrero
y humildad, como poncho del mentado.

     Le da lustre con esmero
     a un nombre ya remanyado.

Puso y ganó, acá y en todos lados:
Por su imprevisto dibujo matricero,
se rindieron a su porte arrabalero
y su cadencia al compás del nacarado

    Exprime su cuore cadenero
    Y deja un legado milonguero
    con su chogán en el parqué
                                             sangrado.



Y lo admiramos bailando en La Trastienda, Buenos Aires en el año 2002, con su partenaire de lujo: Lorena. 





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