domingo, 26 de agosto de 2012

Carolina Buenaventura y Francisco Forquera

Como estoy pasando unos días en la playa, huyendo del tremendo calor de Madrid, aprovecho los ratitos en el bulín para deleitarme con las grandes parejas de bailarines de tango que tenemos actualmente.

A esta pareja ya la presenté y los adobé con mis aplausos en el blog, pero me gusta volver a traerlos aquí como ejemplo para tantos bailarines diletantes y entusiastas que abundan en toda España. De paso me desintoxico de aquellos que creen que la milonga es un picnic y se presentan con pantalones y zapatillas rotas. O en bermudas. ¡Y hasta en chanclas en una milonga nocturna! Una noche de ésta se vienen en pijama...

Las mujeres, jovénes y menos jóvenes se producen con mucho cuidado, visten linda ropa, calzan hermosos zapatos con tacones de aguja, se perfuman,  y no hay derecho a que el elemento masculino desprecie la mínima elegancia y considere que todo lo que no sea romper con los cánones y vestir descuidados, como de entrecasa; se trate de una antigualla lamentable.

En fin, el tango da para todo, lo sabemos de siempre, pero algunos le tenemos más respeto que otros y lo digo desde la crítica honesta y mirando hasta con simpatía a este tipo de "revolucionarios" de salón, muchos de los cuales son amigos con quienes simpatizo. Y algunos bailan bien.

Volvamos al templo de la elegancia con esta pareja de prefesionales que tienen una sala -"Mariposita"-, en San Telmo, donde dan clases.

Para eso, ellos han pasado por escuelas de danza, de coreografía y tienen trazas milongueras, que es muy importante para la conservación de la especie.

Debemos saber distinguir entre tango de escenario y el de exhibición, pero se notan entre los que desarrollan esta última faceta, aquellos que han curtido mucha pista de milongas y la llevan en el cuore.

Podemos verlos bailando un difícil arreglo del tango de Pedro Laurenz: Orgullo criollo,  en Seúl, Corea.


En Buenos Aires también los reclaman para poder aplaudirlos en distintas milongas y Festivales. Ahora penetramos en el templo milonguero de Rioja y San Juan: Grisel, donde pasamos tantas veladas de las que nos llenan el alma para aguantar el tirón.

Y en este caso, la pareja se manda con Tango negro, en su propia coreografía.




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