lunes, 2 de julio de 2012

Julián Centeya

Yo había participado en un concurso de preguntas y respuestas por televisión, sobre la historia del tango. Entonces me llevaron a una radio para hacerme un reportaje y allí lo conocí.

Con su gran amigo Pichuco
Era un imberbe y Julián un bardo genial, muy querible. Tomamos algo en la esquina de Santa Fe y Ayacucho y me trató de igual a igual. En esa época vivía con Gori Omar, la cancionista hermana de Nelly Omar. La esperaba allí porque ella cantaba en la radio. 

Y en ese café compartí muchas charletas con él. Cuando llegó de Italia con su padre, anclaron brevemente en Córdoba y ya en Buenos Aires, Parque Patricios fue su primer destino. Y la escuela de Labardén y Caseros. Hablaba algo el francés y ahora el tano Amleto Enrico Vergiati aprendería dos lenguas más: el castellano y el lunfardo del barrio. Yo era del Parque y eso me dió chapa con él.

Se hizo hincha de Huracán. Lo vio salir campeón en 1928 y aprendió a bailar el tango en un formativo de la calle Famatina. Con el tiempo viviría en Boedo, Pompeya, Soldati...

En 1944 ganaba el primer premio en un concurso de tangos con el tema, ya clásico,  musicalizado por Enrique Francini: La vi llegar. Segundo quedó: La abandoné y no sabía y tercero: Tabaco.Nada menos.

Y Julián ya tenía en el candelero éxitos anteriores como Claudinette con Enrique Delfino. Dejó 93 temas firmados y varios libros.

Nos reencontramos en un programa que conducía Antonio Carrizo en Radio El Mundo, y en el cual colaborábamos ambos, porque yo era periodista. Y nos quedábamos a veces a comer fente a la emisora y a chamuyar. Aunque no andaba bien económicamente, jamás le escuché una queja.

Luego lo llevé a un programa que conducíamos con Papaleo los domingos en Radio Argentina de 8 a 12.30. Me impresionó siempre su humildad. Y sus vastos conocimientos sobre literatura y sobre la vida, aunque nunca le fue bien por su impenitente bohemia. Aprendí muchas cosas a su lado y la infinidad de anécdotas que me dejó.

Lo quise mucho, tengo infinidad de recuerdos con él y le escribí estos versos llenos de melancolía, porque falleció en julio de 1974 y yo estaba en Alemania cubriendo el Mundial de fútbol.


JULIÁN CENTEYA

                                                             “Este es el chamuyo que aprendí de guacho.
                                                                                        De otro modo no hablo”.
                                                                                                                         J.C.

Siempre fayaste al oro en el tute runflero
pero te jugaste el resto arrastrando de copas
donde labia y carpeta funcan de ñoricompa;
tu ancho de triunfo fue el gotán y esos versos
que entauraron al vate sangrador de utopías.

No encartaste barajas pa’pelearle a la banca                               
Porque el sino en tu davi fue yugarla de punto,
aunque fueras Amleto, príncipe de la Quema,
gayeado en reñideros, formativos, fondines,
con gratas, con yirantas, con taitas corraleros.

Tu espiche hizo palenque en la sabia bohemia
de aquella Buenos Aires que tangueaba nochera;
se floreaba tu verbo, de pasión, encendido,
glosándolo al torcan, a orquestas de leyenda
y canturreaban tus tangos por callejas sin sueño.

Te bautizaste “Centeya” en la cortada de Arena
cuando en Parque Patricios alumbraba tu estrella,
en rumor de milonga, rechiflao d’espamento,
con altivez mistonguera, aguantando el biandazo
de vivir en el riel sin perder la carpusa.

No enganchaste sortijas, ni un tute de reynaldos
y la parca de furca te cantó las cuarenta;
Te piraste muzarela, sin vento ni  bagayo,
pero garúan los versos del tano porteñazo
que guiñó un ojo a la Flaca y le ortivó:
                                                       “Dale, andiamo…”


Escuchamos dos temas suyos: Claudinette por Juan D'Arienzo con la voz de Héctor Mauré. Y Lisón, que lleva música del fueye José Pirula Ranieri, por Rodolfo Biagi cantando Alberto Amor.



Claudinette



Lisón

                           














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