jueves, 21 de junio de 2012

El bulín de la calle Ayacucho


El bulín de la calle Ayacucho, inmortalizado en el tangazo de José  y Luis Servidio y  Esteban Celedonio Flores, existió realmente y estaba en la calle Ayacucho 1443. A José, bandoneonista como su hermano, lo motejó el padre: Balija porque de pibe llevaba el fueye y parecía más grande que él.

Lo conocí a Balija en Lima, Perú, tocando accidentalmente en un boliche llamado “El rincón de Pipo”, que era el dueño, un gordo muy simpático apellidado Von Ressen, o algo así. También cantaba allí, el que fuera vocalista de Ástor Piazzolla: Alberto Fontán Luna. Habrá sido en 1964 o 65.

El famoso bulo estaba en Ayacucho 1443 y el propio Servidio lo contó en su día:
"Era una piecita en la que ni los ratones faltaban. Concurrentes infaltables a las reuniones de todos los viernes, eran Juan Fulginiti, el cantor Martino, el cantor Paganini (del dúo Paganini-Ciacia); Nunziatta, también cantor, del dúo Cicarelli-Nunziatta; el flaco Sola, cantor, guitarrista y garganta privilegiada para la caña; yo, en fin... Ciacia cocinaba siempre un pucherete. Había en el bulín una sartén y una morochita (olla de largo uso). Se tomaba mate, se charlaba. Como le decía, hasta algún ratón merodeaba por allí. Las reuniones en el bulín de la calle Ayacucho duraron más o menos hasta fines de 1921. Cuando Cele se puso de novio terminaron. Ya han muerto casi todos los que nos reuníamos allí."

En 1923, el Negro Cele le llevó la letra del tango a José Servidio al Café A.B.C donde éste tocaba y los dos hermanos Servidio lo musicalizaron. Gardel lo grabaría dos años más tarde en España, acompañado por la guitarra de José Ricardo.

Una tarde-noche, el flaco Fernando Nunziatta, habitué de aquel cotorrito, lo encontró en un boliche a Celedonio y le contó una historia de amor que lo había destrozado anímicamente. Su novia lo había abandonado por otro. Era una sombra de aquel galán-cantor que caía cada tanto por el bulín.

Con ese argumento en su cabeza, el Negro Cele armaría meses después los versos en quintetas que se convertirán en Mano a mano, con ese magistral octosílabo lunfa inicial: Percanta que me amuraste. Se lo llevó a Gardel que estaba en el estudio de grabación arriba del cine Grand Splendid, y tanto éste como Razzano se quedaron asombrados con el poema. Le pusieron música de inmediato, con un punteo guitarrístico intercalado entre las melodías cantables,  y lo grabó Gardel por primera vez, en 1923, acompañado por las guitarras de Ricardo y Barbieri.


Nunziatta alcanzó a escuchar la grabación de sus penurias amorosas, en las sierras de Córdoba, donde estaba internado, enfermo de tuberculosis. Moriría al poco tiempo.

Mientras tanto. Mano a mano se convertía en un himno tanguero inmortal. Para muchos ha sido la mejor interpretación de Gardel, aunque ese tema da pie a infinidad de argumentaciones y polémicas. Lo podemos escuchar ad infinitum.





Como esta belleza de Troilo-Fiore





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