martes, 27 de marzo de 2012

Juanma y Natalia



Constituyen una pareja de tango de muchos quilates. Demuestran en la pista que no es tanto lo que se hace sino cómo se hace. Adentrados místicamente en la aventura del tango, descartada la mimesis  de cualquier dupla, dominan ambos la pulsión coreográfica y la interpretación intestinal.

Juan Manuel Nieto descubrió el tango por casualidad en Sevilla. Nacido en Alcalá de Guadaira, cercana a la capital, entró en una clase de Giselle Anne, la compañera de Gustavo Naveira, y quedó atrapado en las redes viscerales de la danza porteña. Al margen de los énfasis necesarios, del sentimiento personal, las visiones que le trasladaron el Finito Rivera. Miguel Ángel Zotto, Gustavo Naveira y Roberto Herrera, le despejaron el camino. Desde aquel día mágico de 1992, transita con baqueanía y elegancia los caminos del tango y es toda una figura en Europa, junto a Natalia. Palpitando la música por sobre todo.

Natalia Vicente proviene del mundo de la danza clásica y contemporánea, de allí su facilidad para adornar toda clase de figuras con un encanto muy particular, imprimiéndoles su sello personal. Porteña de La Paternal, el tango la enganchó cuando entró a conocer sus entresijos y a sentir las palpitaciones que provocan con su embrujo. Al cabo de diez años en España, su experiencia en escenarios y en la pista, más esa especie de arrebato iluminador que la impulsa, terminó encontrando en Juanma al compañero ideal para arrancarle ornatos con el majestuoso ondular de las porteñas. El resto lo hace la naturalidad de su belleza.



Pensando en ellos escribí y les dediqué estos versos.


VOLAVÉRUNT *                                                    

                                                                                                          “Me abrazaba con sus piernas de pluma,
                                                                                                        para llevarme, volando, a cualquier parte…”
                                                                                                                                                 Oliverio Girondo
Con visceralidad                                                               
Entre la incesante marea y sus grandes oleajes
La poligrafía de los pies
Descifra  el secreto del proverbial misterio.
El tumultuoso horizonte de la ciudad se despuebla de ruidos.
Goza la noche
Al levantar el vuelo tu alma de pájaro
Persiguiendo la sombra de mi estela.
Ruge la música avasallando rincones.
Confinados, pasmosamente,
Entresueñando tus ojos de cielo,
Galopa la emoción de los perfiles.
Un fulgor de seda diamantina,
La promesa carmínea y agonista,
Relucen en la lactescencia que derrama una palidez dióptrica.
Untados de melancolía
Vemos avanzar la oscuridad y sus ofertas.
Descuitados, aventando las sombras misteriales.
Escanciando las pausas
Hilando fantasías.
Tus piernas expuestas al fino faldinegro
Dibujan el improvisado sesgo
Y trasborda tu sérica envoltura
En el timón emocional conciso.
Con la música remándonos las alas, avasallando rincones
Tras de la forma circular y presentida.
El abrazo diabático
Exultando la elegancia
Restalla armónicamente en los atolladeros de la cartografia.
Y en este viaje a la libertad:
Bailamos tango.
                           El Tango


* En latín: Volaron.

                                          

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